Por Carolina Abuauad
Agencia UNO

Estudios que hemos conocido en las últimas semanas siguen evidenciando el largo camino que nos falta recorrer como país para cerrar las brechas de género a nivel económico. Una reciente investigación publicada por la Universidad Diego Portales nos mostró una grave realidad: el 95% de las personas que están fuera del mercado laboral por razones familiares permanentes son mujeres. Y es que, en parte, medidas que se cree son avances en la protección de las mujeres, son responsables de que las labores de cuidado recaigan prácticamente en su totalidad en nosotras, significando trabas para que podamos participar con igualdad de condiciones del mercado laboral.

Como chilenos, deberíamos confiar en que estas brechas se irán cerrando con un gobierno autodenominado “feminista” a la cabeza del país. Sin embargo, las gestiones del Ejecutivo hasta ahora no han demostrado avances significativos en la materia.

Las divergencias en el mercado laboral son reales, y la última encuesta nacional de empleo del INE nos mostró que la tasa de participación en la fuerza laboral de los hombres sigue siendo casi 20 puntos porcentuales más alta que la de las mujeres. Es decir, solo un poco más del 50% de las mujeres en edad de trabajar participan del mercado laboral, ya sea porque tienen empleo o lo buscan. A su vez, la tasa de desempleo femenina ha sido históricamente más alta que la de los hombres.

La Casen también nos mostró brechas relevantes. En su medida general por ingresos, un 6,5% de la población chilena está bajo la línea de la pobreza. Sin embargo, en el caso específico de las mujeres, la situación es más preocupante, ya que un 6,9% de ellas se encuentran en esta condición, lo que se compara con un 6,1% de los hombres. Al mirar la pobreza multidimensional, la brecha se subsana en parte, lo que se puede atribuir, como muestran varios estudios (por ejemplo, el de Duflo en 2012), a que las mujeres de bajos estratos socioeconómicos logran una mejor administración del dinero, en tanto priorizan destinarlo a gastos que ayudan a salir de la pobreza, como lo son la educación y la salud.

Como si las brechas y sus consecuencias no fueran suficientes, la sociedad chilena funciona con una serie de estereotipos de género que dificulta la participación de manera igualitaria de mujeres y hombres en el mercado laboral. Un reciente estudio de la Fundación Todas encontró que estos sesgos persisten, siendo claros ejemplos de ello que el 37% y 21% de los encuestados cree que los hombres harían un mejor trabajo que las mujeres dirigiendo la ANFP y siendo general de carabineros respectivamente.

Las brechas económicas de género son en parte responsables de una gran cantidad de injusticias, pero no solo para las mujeres. Y es que avanzar en políticas que las disminuyan puede tener grandes beneficios sociales, económicos e incluso para las arcas fiscales. El FMI (2019) estima que la falta de participación laboral de las mujeres puede costar en algunos países entre un 10% y 30% del PIB. La OCDE estima que cerrar estas brechas en los países del bloque añadiría un 9,2% del PIB adicional a 2060. En tiempos como los actuales, en los que incentivar el crecimiento económico está en el centro de la discusión política, vale la pena impulsar medidas para reducir estas brechas.

Uno de los proyectos que el ejecutivo se había negado a impulsar es el de acceso universal a sala cuna. Sin embargo, la contratación de la vigésima mujer supone un costo enorme para una empresa, por una responsabilidad social que termina recayendo por completo en las mujeres. Hasta ahora, una empresa con 20 o más mujeres debe cubrir el costo de sala cuna (un monto) para los hijos (menores de 2 años) de las mujeres. Nuevamente, el tener hijos impone un costo adicional solo para las mujeres y es probablemente la principal causa de que las protagonistas del empleo informal sean ellas, considerando que representan más del 60% del empleo independiente familiar no remunerado. A ello se suma que generalmente trabajan en empresas de menor tamaño en las que no acceden a este tipo de beneficios. Hace un par de semanas, en los anuncios del Pacto Fiscal conocimos que se creará un fondo de “Sala Cuna para Chile” que incluirá a hijos menores de dos años de padres y madres con empleo formal. No obstante, no tenemos claridad de cuándo se ingresará ni con qué urgencia se tramitará, ya que, probablemente, estará sujeto a la aprobación de otras medidas de este pacto que ha despertado un sinfín de discusiones políticas entre el Ejecutivo y la oposición.

Otra materia que está ausente en la agenda del actual mandatario dice relación con disminuir la brecha entre el postnatal maternal y paternal. Alargar el postnatal para las mujeres fue sin duda un avance en la protección del empleo femenino, así como instaurar uno para los hombres. Sin embargo, los datos de la Superintendencia de Seguridad Social nos mostraron que solo el 0,2% de los padres usaron el beneficio que permite que la madre traspase parte de su postnatal al padre. Claramente, no hay incentivos para esto; las mujeres biológicamente cumplimos un rol irremplazable en los primeros meses de vida de los hijos y la brecha salarial también supone un detractor para que los hombres accedan a este “beneficio”, considerando que, en la gran mayoría de los casos, es él quien recibe el mayor salario del hogar. Si bien el beneficio no debiera aplicar para padres ausentes, existe una enorme diferencia en el costo de contratación para las empresas dependiendo del sexo del trabajador y de si este tiene hijos, agregando una traba adicional para que las mujeres en edad fértil participemos del mercado laboral. Y si bien la licencia no la paga el empleador, el mayor costo viene por el tiempo de ausencia, el traspaso y el eventual reemplazo de la trabajadora.

En resumen, una política que desea avanzar en alcanzar la igualdad entre hombres y mujeres debe considerar todos sus aspectos. El gobierno del presidente Boric debe hacer más para acortar las brechas que se agrandaron durante la pandemia y el estallido. Buenas políticas de género tendrían un impacto positivo en la economía, ya que permitirían a las mujeres participar plenamente en el mercado laboral y contribuir de forma más eficiente a la producción nacional. Así, hago un llamado a no olvidar estas materias en medio de la agenda política. Ya sabemos que avanzar en cerrar las brechas puede contribuir, incluso, en aumentar la recaudación fiscal y en mejorar las pensiones. 

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