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El último evento ocurrió el pasado miércoles donde cientos de niños murieron en un ataque que, denuncian, habría sido con gas sarín.

Tras 2 años de conflicto entre los rebeldes sirios y el Gobierno que desde 2000 preside Bashar al-Assad, las cifras de las naciones unidas y su organismo protector de la infancia, UNICEF, dan cuenta de más de dos millones de refugiados de los cuales, la mitad correspondería a niños, quienes se han visto desplazados de sus hogares y familias, y hoy viven en campamentos de refugiados en países fronterizos como el Líbano y Turquía.

Por desgracia, a los desplazados se suman los más de 7 mil niños que han muerto en el transcurso de la guerra, algunos en combates, otros en ataques a civiles perpetrados por el ejército sirio fiel a  al-Assad. El más reciente episodio que involucró a civiles inocentes fue el bombardeo y ataque con agentes neurotóxicos en las cercanías de Damasco.

Durante la noche del miércoles más de 1.400 personas fallecieron producto de un agente aun no identificado , que provocó convulsiones, tos y reacciones similares a las que deja el Sarín, gas declarado arma de destrucción masiva en 1993. La comunidad internacional condenó los ataques mientras que los expertos de las naciones unidas aún no llegan al lugar para comprobar si efectivamente se trata de sarín el utilizado en el ataque. 

A los fallecidos y refugiados se suma la magra cifra no totalizada de menores que se han visto afectados de diversa manera por la guerra. Niños que han perdido a uno o ambos padres o que han recibido impactos de bala y perdido extremidades producto de artefactos explosivos. La lista aumenta y tanto las autoridades como las fuerzas rebeldes no se hacen cargo de esta realidad.

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