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(CNN Español) – Algunos católicos recordarán muchas cosas o no del papado de Benedicto XVI, pero lo que no olvidarán es cómo terminó: su repentino anuncio de que iba a renunciar —el primer papa en 600 años— y su partida dramática dejaron a la Iglesia en territorio inexplorado.

Pero para algunos, el solo hecho de que el cardenal Joseph Ratzinger se convirtiese en papa fue una sorpresa.

Los observadores del Vaticano pronosticaron que tras la muerte de Juan Pablo II, el Colegio Cardenalicio elegiría a alguien como él, un papa pastoral, cálido.

Pero quizás alguien que no fuese europeo reflejaría mejor los cambios demográficos de la Iglesia. El hecho de que eligieran a un alemán, quien pasó casi toda su carrera fuera de las parroquias y dentro del mundo enrarecido de la política vaticana, sorprendió a algunos y preocupó a otros. Sin embargo, el predecesor y mentor de Ratzinger le abrió el camino al nombrarlo prefecto de la Congregación de la Fe.

El Vaticano le encargó la aplicación de la doctrina eclesiástica y la disciplina del clero. Como consecuencia, fue uno de los pocos cardenales que estaba en contacto regular con los otros cardenales. Además, Juan Pablo II mejoró aún más sus probabilidades nombrándolo decano del Colegio Cardenalicio, encargado de votar para elegir un papa donde él tuvo que guiar a los cardenales en un proceso poco común.

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