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 Sudáfrica estuvo por décadas sumergido en una ola de violencia, racismo e injusticia.

Literalmente en el país africano blancos y negros “no podían estar juntos” ya que vivían, estudiaban, trabajaban, y se transportaban separados. Un régimen discriminatorio para la mayor parte de la población, ya que en ese entonces, el 21% de la población era blanca y un 79% era negra o mulata.

Además funcionaba la llamada “Ley de Pases” en la cual un negro debía tener un documento para poder acceder a ciertos lugares exclusivos para blancos. No tenerlo era un delito, y fue precisamente Mandela quien lo quemó en 1961.    

Otro de los más crudos pasajes se forjó con los llamados bantustanes, territorios sólo para negros, y generalmente pobres. Dentro de ellos el más simbólico fue el barrio de Soweto, en Johanesburgo, que pasó a ser un icono de las protestas más sangrientas. 

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