La localidad de Tarará a 30 kilómetros de La Habana, representa todo lo que un turista esperaría del caribe cubano. Mar cálido, aguas turquesa, palmeras, arena fina y blanca.

Sin embargo, esta vez la zona no es noticia por su paradisíaco y armonioso paisaje, sino por el rol que Tarará tuvo ante la tragedia de Chernobyl.

Según consignó un reportaje de El Confidencial, a partir del 29 de marzo de 1990, este balneario comenzó a albergar el mayor programa sanitario para los niños afectados por el accidente de la planta nuclear de Chernobyl,  ocurrido en 1986.

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Entre 1990 y 2011, el Hospital Pediátrico de Tarará atendió a más de 25.000 niños que fueron víctimas de la radiación en Ucrania, Rusia y Bielorrusia.

La mayoría de los pacientes llegaron afectados por cáncer, deformaciones, atrofia muscular, problemas dermatológicos y estomacales. Eso sin considerar los altos niveles de estrés postraumático tras experimentar el horror nuclear.

El programa estuvo oculto. Todo fue discreto debido a la revolución cubana y las solicitudes del poder soviético para minimizar la magnitud del daño que dejó la explosión del reactor RBMK.

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El primer grupo de asistidos estuvo compuesto por 139 niños y actualmente, el ministerio de Salud de Cuba y el gobierno Ucraniano, han vuelto a firmar un acuerdo para que más pacientes lleguen a la isla.

La Agencia Cubana de Noticias detalló que un nuevo grupo de 50 menores llegará al país, muchos de ellos son hijos de quienes vivieron la misma experiencia de ser recuperados en la nación caribeña durante los años 90.

 

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