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Una de las muchas razones por las que es importante que se escriba y apruebe una nueva Constitución es para hacer un cambio al sistema político y electoral que ponga remedio a la extrema fragmentación y desincentivo a la colaboración que tiene el sistema actual.

Un ejemplo: 39 congresistas se declaran independientes, pero se han desafiliado del partido en que fueron electos. De allí, hacen una suerte de turismo de bancadas, donde buscan dónde estar por un rato, como si su escaño estuviera inscrito en el conservador de bienes raíces.

Esto no es un problema de personas, sino de diseño institucional. Tener 21 partidos representados en el Congreso hace que el sistema tienda hacia la parálisis, la ingobernabilidad. Es la política de los archipiélagos, donde le conviene a cada cual tener su propio “emprendimiento”, ojalá su propio partido.

Esta semana, la Comisión Experta acordó medidas muy importantes, como es aumentar el umbral de exigencia para ser partidos políticos con representación parlamentaria a la obtención de al menos el 5% de la votación. Y lo segundo, y muy decisivo, es que si se renuncia a la colectividad se pierde el escaño. Además, plantea formas de mayor disciplina y transparencia dentro de los partidos, lo cual también resulta esencial.

Son medidas clave, pues con menos partidos, y mayor solidez en los vínculos dentro de los partidos, se tenderá a un sistema que habilite los acuerdos, que promueva mayor disciplina interna.

Es una muy buena señal de independencia de las y los expertos respecto de los partidos que los nombraron, pues la gran mayoría de estos desaparecería si se aprueba esta medida.

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