Por Mónica Rincón
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“Hay un lobby brutal de los abogados más destacados de este país para que este fiscal sea elegido. ¿Qué justicia estaremos entregando si para tener justicia hay que contratar a estos abogados amigos del fiscal?”, palabras del senador Castro cuando se votaba la candidatura de José Morales.

De principio a fin el proceso ha sido sucio, para todos.

Para encabezar el Ministerio Público pesan los vínculos, con el mérito no alcanza. Quien no tenga ninguna llegada a los Ministros de la CS o alguien que lo apadrine quedará fuera.

Luego, entre la quina, ¿puede elegir el presidente a quien crea más adecuado? No, porque en el Senado vuelven las negociaciones.

Urge cambiar la forma de elegir al fiscal nacional. Sacar a la Suprema y al Senado o disminuir su injerencia incluyendo a la Alta Dirección Pública con más requisitos y escrutinio.

Como el senador Galilea que con sus preguntas a Morales lo expuso a él y a sus colegas ante la opinión pública. O cuando algunos optaron por justificar su voto: como el senador Latorre dispuesto porque es oficialista a votar por Morales aunque “le generaba dudas y sospechas”. O Moreira, que en el pasado con un acuerdo económico evitó ir a juicio oral, diciendo que quería un fiscal nacional para el caiga quien caiga.

La leche está más que derramada: la gente no confía ni en la Justicia ni en el Parlamento. Dejen de llorar sobre esa leche derramada y reformen el sistema de elección para que nos dé más poder de vigilancia a los ciudadanos y menos a ustedes para hacer acuerdos a nuestras espaldas.

Porque ya sabemos que cuando la política entra por la puerta, la Justicia arranca por la ventana.

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