Por Fernando Paulsen
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Esta semana me puse a pensar por qué no se daba en nuestra controversia interna sobre una nueva Constitución, un consenso equivalente al consenso de ciudadanos, distintos gobiernos y expertos frente a la controversia con Bolivia por la naturaleza del río Silala.

Y resulta que una cosa es batallar y defender algo que todos consideran propio, el país, y otra es ordenar y distribuir el poder dentro de ese territorio. Para lo primero estuvieron de acuerdo varios gobiernos; se juntaron a unificar criterios de defensa, quienes pensaban políticamente muy distinto, y se delineó una estrategia que resultó exitosa.

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Quizás resultaría quimérico e, incluso, ingenuo pensar en acuerdos similares para nuestra Constitución. Ya que acá no todos miran la conformación del país de la misma forma. Y distribuir poder es muy distinto a defender territorio.

Pero qué satisfacción resulta ver a chilenos aplaudiendo algo que se considera de todos, el territorio de Chile, después de ganar en La Haya. Quizás no hay equivalencia en la producción de una nueva Constitución para todos.

Me queda la esperanza de ver más temprano que tarde a chilenos de todas condiciones, manifestándose orgullosos por haber llegado a un acuerdo de una nueva Constitución, en la defensa de nuestra gobernabilidad y proyectando esa confianza a las futuras generaciones.

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