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Citado a declarar a la Fiscalía de Rancagua. El arzobispo de Santiago. Como imputado por presunto encubrimiento de abusos sexuales.

Se trata de un hecho relevante por tres razones: por el cargo del citado, por la gravedad de los delitos investigados y porque ya hay signos de que el Ministerio Público está tomando en serio la investigación de los abusos sexuales cometidos por sacerdotes de la Iglesia Católica.

Pareciera abrirse una nueva área de persecución penal que no ha sido hasta ahora la más relevante: intentar sancionar el encubrimiento de los autores de estos delitos. Relevante porque el silencio, tratar estos hechos como pecados y no delitos y prácticas como trasladar de un lado a otro a los denunciados dejaron en la indefensión a las víctimas y en la impunidad a  delincuentes.

Ricardo Ezzati respondió: “nunca he encubierto delitos”. Lamentablemente hay razones para dudar de ello y querer que la Justicia investigue. Por las acusaciones en su contra cuando era jefe de los salesianos o en el caso Karadima o por no haberle dicho la verdadera razón de la salida a los fieles de la parroquia desde donde se sacó al hoy detenido Óscar Muñoz.

Dijo además Ezzati que cumplirá con su deber de aportar todos los antecedentes para esclarecer los hechos. Ojalá. Porque en el pasado no ha sido así. Porque en el archivo eclesiástico de Santiago había antecedentes de posibles delitos contra menores no prescritos y no los entregó a Fiscalía.

Por eso y más el cardenal hoy tiene calidad de imputado, no de condenado, pero tampoco de simple testigo.

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