Por Mónica Rincón
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Publicado por CNN

Sobre el contralor, todo está centrado por estos días en su conflicto con quien, hasta hace poco, era subcontralora. Justo de eso no es de lo que quiero hablar. Esa disputa, que mantiene en una situación incómoda al organismo fiscalizador, sigue su curso en tribunales.

Lo que llama la atención es algo que se dice al calor de esa polémica: que Jorge Bermúdez está “solo”, que no tiene redes políticas. Y claro, en realidad eso es evidente. Lo preocupante es que eso sea señalado como una debilidad, y peor: que efectivamente en Chile lo sea.

Ojalá que el contralor, y todos quienes dirigen instituciones así, estén lo más solos posible. Ojalá que no le “deba” ningún favor a nadie. Y que si alguien le ayudó a llegar a su cargo, sea completamente ingrato con esa o esas personas.

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Porque parte del desprestigio de las instituciones en Chile tiene que ver con que quienes llegan a ellas lo hacen por cuoteo -o parte de los que llegan a ellas- y no siempre por talento o por capacidad, pero también por sus redes políticas, cuando sólo el mérito debiera ser lo que se considerara.

Así se instala la duda de para quién trabajan esos altos funcionarios públicos: si para los ciudadanos o para quienes los ayudaron a escalar.

En el caso de Contraloría, será la Corte Suprema la que determine quién tiene la razón. Pero es evidente que Jorge Bermúdez ha incomodado transversalmente con sus decisiones. Por ejemplo, molestó a unos cuando dio la razón al ministro Felipe Larraín, y a otros cuando rechazó el protocolo del aborto.

Y ojalá siga así: incomodando, porque el día en que lo aplaudan será para preocuparse.

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