Por Mónica Rincón
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Son dos reformas de lo más poco sexis que puede haber. No parecen tener ni urgencia, ni respaldo en la ciudadanía y aun así son tremendamente necesarias.

Es desde las cárceles donde hemos visto que se instala el crimen organizado con mayor facilidad y por eso habría además que ser sumamente cautos con aquello de que el Estado tiene el control total de las cárceles.

Mientras la gran mayoría quisiera que se pudrieran en mazmorras los delincuentes, hay que pelear por mejorar la infraestructura: porque es el hacinamiento o sobrepoblación, y la falta de recursos, los que hacen muy difícil o imposible la segregación, tanto para separar a los grupos criminales como para que la reinserción sea más que una palabra.

Eso, junto con la reforma real del sistema que aún no tiene derecho a llamarse “de protección de la infancia”, es clave. Porque sabemos que la mitad de quienes están en la cárcel pasaron por el Sename.

La segunda -poco sexy- reforma clave es al sistema político. No se escuchó mucho, pero desde la oposición se ingresó la misma propuesta del famoso Comité Experto.

De nuevo, no está entre las prioridades. Nadie sale a la calle para decir “queremos umbral de votos”. Pero un día cuando el hastío es mucho, cuando ya el péndulo ha ido una y otra vez de izquierda a derecha y luego a revés repetidamente sin que en ello cambie para bien sus vidas, un día los ciudadanos se aburren y salen a las calles para que se vayan todos o al menos para que llegue alguien que al menos aparente ser nuevo.

Lo triste es que en medio de la maratón de elecciones, todos los incentivos están en lo urgente y pocazo en lo que sin parecer urgente no deja de ser importante sino incluso vital.

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