Por Mónica Rincón
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Sin duda, cada uno de los deportistas cubanos que escaparon de su delegación deben recibir el refugio en Chile. Los únicos que en los Panamericanos no viajaban en metro, sino todos en un bus, con sus pasaportes retenidos por la dictadura.

La norma y la experiencia cubana es: quien deserta puede ir a la cárcel por años. Si los atletas no habían sufrido persecución antes, ahora que decidieron fugarse, siendo figuras de alta figuración, claro que van a sufrir represalias.

Responder como la ministra Carolina Tohá que algunos podían estar en turismo, es un desatino. Insinuar que se quedan por razones económicas, como dijeron algunos en el PC, es un insulto. E incluso si fuera por ello, nosotros sabemos que al devolverlos los expondríamos a una dictadura. ¿O alguien cree que los van a recibir con los brazos abiertos?

Claro que esto implica reconocer que Cuba es una dictadura, algo que incluso al presidente Gabriel Boric, que ha sido tan impecablemente duro con Nicaragua y bastante claro con Venezuela, pareciera costarle.

Hoy y ayer hay un historial de dirigentes de izquierda alegando que es el bloqueo norteamericano el responsable de la falta de libertad en la isla. Harían bien en escuchar lo que en el debate presidencial frente al alcalde Jadue dijo el entonces candidato Boric: no hay por qué elegir entre condenar el bloqueo y denunciar la falta de libertades fundamentales. Era justo el día en que empezaron las más fuertes protestas en décadas.

De 6600 peticiones de refugio que han hecho cubanos desde el 2010, solo cinco han sido concedidas. Algo me dice que había más que así merecían ser calificados.

No cometamos el mismo error con ninguno de estos deportistas. Para que sea cierta esa frase de nuestro himno: el asilo contra la opresión.

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