Por Mónica Rincón
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El feminismo ha ensanchado de manera exitosa el espacio puerta afueras de las mujeres, muchos de esos logros son frágiles.

Queremos ser las primeras, no las últimas en espacios de poder, además aún insuficientes. Hasta ahora nunca una ministra de Hacienda o una presidenta de la Corte Suprema.

Lo aprendemos de niñas, a los 6 años ya creemos que somos menos inteligentes en ciencias.

Como dijo Simone de Beauvoir, “basta una crisis para que nuestros derechos sean cuestionados“; una pandemia para que retrocedamos 10 años en inserción laboral; un régimen de extrema derecha en Hungría para que las libertades femeninas se retraigan; una dictadura comunista como China, para que otros decidan cuántos hijos tener, y esos retrocesos no son banales, nos limitan, empobrecen o nos matan.

Fragilidad, puertas afuera, machismo, puertas adentro; las tareas del hogar siguen siendo mayormente asumidas por ellas, que sustentan con su esfuerzo el 20% del PIB no remuneradamente.

También lo aprendemos desde pequeñas, las hijas hacen 40% más de trabajo doméstico que los hijos.

La igualdad no es un estado que se alcanza, es un horizonte hacia el que hay que caminar sin descanso porque queda al lado de la democracia plena, donde no tengamos ni un derecho más que los hombres, pero ni uno menos.

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