{"multiple":false,"video":{"key":"cz6DZt7KK2T","duration":"00:01:47","type":"video","download":""}}

Hacía mucho tiempo que América Latina no pasaba por un momento en el que predominan tan malas relaciones entre varios de sus Estados y Gobiernos. En el lapso de un puñado de semanas, tres situaciones se han aglomerado para describir un inquietante momento entre países que, de hermanos, tienen muy poco.

El 28 de marzo recién pasado, es decir antes de ayer, el presidente de Argentina Javier Milei trató al presidente de Colombia Gustavo Petro de “asesino y terrorista”: como si las palabras importasen, e importan, el presidente Petro expulsó en el acto a un grupo de diplomáticos argentinos de la delegación de Bogotá.

En la noche del 5 de abril, es decir ayer, un grupo de militares ecuatorianos “asaltó” la embajada de México en Quito para apresar al ex vicepresidente de Ecuador Jorge Glas, quien se había refugiado en esa delegación para escapar de la justicia por graves acusaciones de corrupción. Un escándalo de proporciones.

El 11 de abril, el presidente Gabriel Boric llamó a consulta al embajador de Chile en Caracas Jaime Gazmuri tras la gravísima negación de la realidad por parte del canciller venezolano Yvan Gil, quien calificó a la banda criminal “Tren de Aragua” como un invento mediático. Si bien el canciller Gil se desdijo de sus palabras, hay un verdadero problema con y en Venezuela, cuyo gobernante Nicolás Maduro es responsable de una de las mayores crisis migratorias del mundo.

Todo lo que aquí he narrado borra el mito de la unidad bolivariana de América Latina, o para ser más precisos de América del Sur.

A los ojos de hoy, es un mito absurdo.

Algo huele mal en la comarca.

Tags:

Deja tu comentario