Por Jorge Navarrete
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Bueno, Napoleón decía que nunca tienes que interrumpir a tu enemigo cuando está cometiendo un error. Y eso es exactamente lo que hizo la derecha esta semana con la acusación constitucional.

Primero, porque presenta un libelo que no tenía mucha base y, paradójicamente, quien se lo dijo fue Francisco Cox, quien con las mismas razones había defendido a la entonces ministra de Educación, Marcela Cubillos.

Segundo, porque la derecha se quejó amargamente de que la entonces oposición presentó 17 acusaciones constitucionales, incluido el expresidente de la República. Bueno, ya van cuatro y si apuran un poco el tranco, van a llegar al promedio.

Tercero, porque había algo, a lo menos en el inicio -que no se puede extender a toda la derecha- de homofobia en esta acusación. Y quizás las declaraciones de dos señoras 48 horas antes lo terminaron confirmando.

Cuarto, porque Ávila no ha sido un buen ministro de Educación y probablemente esto lo afirmó por mucho tiempo, contrario a lo que quería justamente la oposición.

Quinto, y por último, en el mejor momento de la derecha, se disparan en el pie. Más bien se ponen una granada en la boca y sacan la espoleta, cuando justamente lo que tiene que mostrar ese sector político es coherencia, consistencia, unidad, si es que lo que quiere, según todas las encuestas, es gobernar en dos años y medio más.

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