En su minuto de confianza, el panelista Alfredo Joignant cuestionó la viabilidad actual de la socialdemocracia como eje del proyecto político de la izquierda. Afirmó que, pese a sus ideales de crecimiento con redistribución, justicia social y reconocimiento de derechos, este modelo ha fracasado electoralmente en la última década, tanto en Chile como en otras partes del mundo.
La primaria presidencial de izquierdas del día de ayer abrió una enorme cantidad de preguntas. Hay una en la que me quiero detener.
Casi como reflejo condicionado, se afirma que la viabilidad de un proyecto político de izquierdas descansa en un programa socialdemócrata, así como en su ideario.
Supongamos que sepamos lo que es un programa socialdemócrata, e imaginemos que la sociedad socialdemócrata es una en la que hay crecimiento económico, redistribución, concertación social (en los 60 eso se llamaba compromiso de clase) y, en los tiempos de hoy, alarma activa por el cambio climático y luchas por el reconocimiento de grupos históricamente expoliados.
¿Cómo le ha ido a ese mundo en la última década? Muy mal, en todas partes.
Esto abre entonces la pregunta por la viabilidad no solo de la socialdemocracia, sino de cualquier tipo de izquierda. ¿Hay un proyecto alternativo de izquierda socialdemócrata al que se pueda echar mano?
No lo hay. ¿Por qué será?
Nadie se hace esta pregunta en Chile, suponiendo resuelto el estigma del “amarillismo” que se asocia a la socialdemocracia. La socialdemocracia es un programa de reformas profundas del capitalismo que, en el imaginario largo de la historia, podría desembocar en la superación del capitalismo. Pero como programa político, la socialdemocracia consiste en reformar el capitalismo en clave igualitaria a partir de lo que aborrece el mundo libertariano, la “justicia social”.
El problema es que esto que suena tan bien no está encontrando resonancia electoral, ni en Chile (miremos las primarias de ayer) ni en casi ningún otro país.
El problema es el elitismo socialdemócrata: demasiado sofisticado, difícil de explicar. Pero al mismo tiempo, no existe ningún otro proyecto político viable: invocar un modelo de desarrollo hacia adentro es absurdo.
Las cosas son las que son: no es razonable dar por sentada la viabilidad y, sobre todo, la deseabilidad popular de la socialdemocracia.
Este es el gran problema de las izquierdas: es un problema existencial.