Por Fernando Paulsen
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Cambio. Una de las palabras más macizas e incomprendidas de la historia. Todo el avance del mundo se inició porque alguien cambió lo tradicional y ensayó hacer las cosas de otra manera. Desde el fuego hasta la inteligencia artificial actual, dejar de hacer lo de siempre y ensayar un cambio de idea fue el punto inicial del desarrollo.

En política, cambiar a veces es palabra vacía o solo oportunismo; buscar el beneficio del poder de otra forma. Pero a veces, abandonar una idea fijada por la contumacia de la tradición o la ideología, para ensayar un cambio que pueda mostrar resultados prácticos, puede ser todo lo que se necesita. Desde dialogar, observar y proponer alternativas, antes que encerrarse en la oscuridad de la autojustificación.

A veces no se puede cambiar la dirección del viento, pero sí se pueden ajustar las velas, para reorientar el rumbo y llegar a destino. No se genera experiencia de gobierno solo por estar en el gobierno. Sino, como lo planteó el escritor y filósofo inglés, Aldous Huxley, la experiencia no es lo que te ocurre, sino lo que haces con lo que te ocurre.

Lo que se haga con lo que ocurre puede ser más de lo mismo o puede ser un cambio. Después de todo, como dijo Epicuro, los mejores navegantes ganan su reputación no por cómo lo hacen cuando el mar está en calma, sino por cómo lo hacen en tormentas y tempestades.

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