Por Fernando Paulsen
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Cada 31 de diciembre, en la noche de año nuevo, abrazamos a quienes queremos y apreciamos, diciéndoles “que este nuevo año sea estupendo para ti, que se cumplan todos tus deseos”. O algo parecido.

La construcción de noticias, lo sabemos quienes vivimos de ellas, parte mucho antes del suceso que más tarde se informará a través de los medios. Se inicia en fenómenos y situaciones que muchas veces no se advierten, que parecen sucesos menores, que más tarde escalan a sucesos sin retorno y a un impacto noticioso que sorprende a todo el mundo.

Nos cuesta leer las noticias cuando están en su proceso de formación. Se aprecia el calentamiento global cuando se secan los lagos y ríos; la irritación de la población por un estallido social que no se vio venir en esa dimensión por ningún lado; el golpe de Estado por tanques apuntando al Palacio de Gobierno; la situación de inseguridad en las calles, cuando los asaltos y crímenes dominan nuestras conversaciones.

Deseo para este 2024 la insólita posibilidad de leer a tiempo los mensajes de un mundo enfermo. Antes de que el insulto y la amenaza sea la vía más corta para presidir un país; antes de que abandonemos lo que creemos, para unirnos a la banda del grupo más ruidoso e intimidante; antes de desahuciar la democracia, y sus instituciones, sin darle chance a la humanidad que llevamos dentro de tratar de hacernos fuerte confiando más que militando.

Sin duda habrá dificultades en 2024. Miedo, inseguridad, frustración, planes buenos que terminaron malos. Rendirse y sumarse al coro de los gritones no es la única opción. Si ese es el caso, si la noche de pronto le cae a usted en pleno día, no maldiga la oscuridad: encienda una vela.

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