Por Fernando Paulsen
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Se habla mucho por estos días de cambio de gabinete. Si meramente el cambio de una persona por otra fuera la solución de los problemas de todo gobierno, la rotación ministerial sería un incesante movimiento de ensayo y error.

Cuando hay rumores de cambio ministerial, casi todo se concentra en nombres y partidos. Quién reemplaza a quién y cómo quedan las cuotas partidarias de poder después del cambio.

Si lo miráramos funcionalmente, creo que la cosa sería mucho más interesante. ¿Qué de nuevo puede aportar el reemplazante? ¿Sólo un cambio de rostro y seguir el mismo programa que se había prometido?.

Ojalá quienes lleguen al reemplazo entiendan dónde estuvieron los problemas y se haga algo rápido, visible y concreto para, lo más pronto posible, dar un primer paso hacia un nuevo camino de búsqueda.

Ese primer paso de la nueva autoridad es lo más relevante. Porque si bien, como decía Ghandi, no te lleva de inmediato donde quieres llegar, sí te puede sacar de inmediato del lugar donde estás. Y eso es lo que se necesita en un cambio de gabinete: primeros pasos que dejen rápidamente los problemas y errores atrás y que apunten en una dirección que entregue, a la ciudadanía, una nueva sensación de entusiasmo.

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