Por Fernando Paulsen
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Cada escándalo político trae aparejado una serie de comportamientos, que en un primer intento buscan negar la comisión de alguna irregularidad; luego se reconoce que hubo situaciones que podrían tener características de delito; luego se aplaude y sobrevalora que algunos implicados hayan reconocido conductas improcedentes; luego se hacen cambios en el Gobierno, empresa o institución afectada, para demostrar que el problema ya está superado, y las nuevas caras significan nuevos comportamientos.

Finalmente, alguna voz con peso del Gobierno, empresa o institución declara que el tema está superado y hay que concentrarse en el futuro.

Esta rutina, que hoy comunicacionalmente se conoce como control de daños, funciona cuando el impacto de la mala conducta ya está hecho. Es una acción a posteriori.

De lo que se trata en política, la empresa, las instituciones de la sociedad civil es que la conducta correcta funcione antes de cometida la falta. Y para aquello, no hay que estudiar mucho. Basta con seguir en tus actos cotidianos un breve consejo de la antigua Roma: “Si no es correcto, no lo hagas. Si no es verdad, no lo digas“.

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