Por Daniel Matamala
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Para combatir una enfermedad, lo primero es tener un diagnóstico claro. Es evidente. Y en la enfermedad de los precios de los medicamentos en Chile, ese diagnóstico no existe.

Sabemos que hay un malestar: pagamos los precios más altos de América Latina en los remedios originales, es decir, los que están protegidos por una patente, y que pueden encontrarse a la mitad del precio en Argentina o Brasil.

¿Por qué? No lo sabemos con certeza. Las farmacias culpan a los laboratorios, que -según dicen- les venden los fármacos a un precio mayor. Pero también sabemos que el mercado de las farmacias es un oligopolio, manejado por solo 3 empresas, y con un turbio historial de colusión. La nula transparencia en la cadena de precios, los problemas para hacer cumplir la bioequivalencia, licitaciones públicas cuestionadas, el rol de los médicos y los dependientes de las farmacias, son más elementos de un cóctel de confusión y poca claridad.

El Congreso discute en estos días la ley de fármacos 2, con propuestas cruzadas que van desde abrir la venta a los supermercados hasta fijar bandas de precios o expropiar licencias en casos de necesidad. O sea, desde más competencia de mercado hasta más intervención del Estado.

El problema es que sin diagnóstico, mal podemos recetar el remedio. Y en ese sentido, es relevante que la Fiscalía Nacional Económica esté investigando a fondo este mercado. Es una indagación seria y de largo aliento, que recién entregará resultados en julio de 2019. Un examen indispensable para atacar un problema que atormenta mes a mes a miles de chilenos.

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