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Al menos 36 heridos provocó un ataque con coche bomba el martes en una unidad militar en Cúcuta, al noreste de Colombia. La explosión ocurrió el mismo día en que el Comité Nacional del Paro anunció la suspensión temporal de las manifestaciones después de casi 50 días de protestas. 

En Última Mirada, el analista internacional Raúl Sohr explicó que “el paro naturalmente se venía desgastando”, ya que “no hay un movimiento social que se pueda sostener durante tanto tiempo, menos en pandemia y con una situación económica en Colombia que es muy delicada”. 

A ello se suma la aparición de los “camisas blancas” -civiles que estaban tomando acciones cada vez más violentas contra los manifestantes– y la falta de abastecimiento de combustible y ciertos alimentos. 

Respecto al ataque registrado en Cúcuta, el experto señaló que “hay mucha especulación de por qué fue allí el atentado. El gobierno ha culpado al Ejército de Liberación Nacional (ELN), la guerrilla más pequeña en Colombia, y hay otros que dicen que pudieron haber sido disidentes de las FARC”, aunque todavía no hay evidencia de quién fue responsable. 

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Sohr destacó que “en Colombia se ha dicho algo que se dijo mucho en Chile: Colombia cambió, y cambió porque este movimiento social no tenía precedente. Durante muchas décadas, casi medio siglo, Colombia estuvo bajo la amenaza de la guerrilla, de la guerra civil, y los militares cada vez que se veían enfrentados a una situación de reunión social, decían que ‘son los tontos útiles de la guerrilla’, y reprimían con mucha fuerza los sucesivos gobiernos a los movimientos sociales”. 

“Esta fue la primera vez que se produjo un destape con una salida abrumadora en decenas de ciudades colombianas, millones de personas estuvieron en las calles. Lo peor que le podría pasar ahora al movimiento social colombiano sería una vez más una militarización del conflicto. Es decir, este atentado -lo haya hecho quien lo haya hecho- es muy negativo para el movimiento social porque da la base para una represión sobre la premisa de que están siendo utilizados”, analizó Sohr.

Por último, adelantó que “lo que sí es claro es que estos movimientos sociales, como lo vivimos en Chile, producen una radicalización y una masificación de la participación política, y por lo tanto, Colombia realmente ha cambiado”. 

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