Por Mónica Rincón
{"multiple":false,"video":{"key":"oVI3MoSv02","duration":"00:02:04","type":"video","download":""}}

Crónica de una repostulación anunciada. Fue la historia con tantos, como Ortega en Nicaragua o Hernández en Honduras. Ahora repite el libreto Nayib Bukele en El Salvador.

En mayo, la Asamblea Legislativa destituyó a los magistrados de la Sala constitucional de la Suprema y nombró a cinco que reinterpretaron la constitución y anunciaron que Bukele podrá repostular a la presidencia si así lo decide.

Ya no son cinco años el límite de la presidencia, sino que 10. Uno podría aventurar que, cuando se cumplan esos 10, irán a las elecciones dentro de otra reinterpretación.

Lenta e imperceptible, la erosión de la democracia avanza vía leyes que aprueba una asamblea donde, tras cuestionadas elecciones, el oficialismo tiene mayoría; la necesaria para aprobar restricciones a las libertades civiles usando la pandemia como excusa, en un clásico método que hemos visto en Bielorrusia con Lukashenko y en Filipinas con Duterte, aprobando leyes que le permitieron en el Salvador destituir a un tercio de los magistrados. Lo que entorpece, fuera.

Lee también: Miles de salvadoreños marcharon contra las políticas impuestas por el gobierno de Nayib Bukele

Incipientes en septiembre se dieron las primeras protestas en contra de su mandato. Nada que aún le preocupe. Se trata de un presidente que mezcla autoritarismo, eficiencia en gestión pública -en pandemia, por ejemplo-, gran baja de la delincuencia y un recién estrenado conservadurismo valórico.

Así, el mandatario sigue contando con una popularidad de más del 70%. Sus índices gozan de excelente salud; los de la democracia salvadoreña, no tanto.

Tags:

Deja tu comentario