Hacemos un llamado a quienes aspiran a llegar a La Moneda: no subestimen a nuestra generación. Somos un electorado informado, conectado y movilizado. La oportunidad estratégica es inmensa para quien decida romper el molde.
En el mes que se conmemora el Día Internacional de la Juventud, observamos con preocupación cómo casi un cuarto de la población es relegada del debate nacional. Mientras la carrera presidencial avanza y las agendas programáticas se dan a conocer, la ausencia de propuestas para la juventud resuena como un silencio ensordecedor.
No hablamos de un electorado menor. En Chile, las personas de entre 15 y 29 años representan un 24% de la población total (4,3 millones de personas). Sin embargo, esta innegable fuerza demográfica es prácticamente invisible en los espacios de poder. La edad promedio de los gabinetes ministeriales supera los 50 años, una cifra que se alinea con la media de 51 años de los parlamentarios a nivel mundial. Globalmente, sólo un 2,8% de los legisladores tiene menos de 30 años, una estadística de exclusión que nuestro país refleja sin pudor.
Exclusión que no es solo una injusticia generacional, es un grave error estratégico para las candidaturas que buscan llegar a La Moneda. Ignorar a la juventud es gobernar de espaldas a las crisis del presente y del futuro. Las preocupaciones de nuestra generación son claras y urgentes: empleos con proyección, acceso real a salud mental, y enfrentar con decisión las crisis ambientales. En las generaciones más jóvenes, la crisis de empleo y sus consecuencias económicas presionan con mayor urgencia que en cualquier otro grupo etario, una realidad que se materializa en los más de 336 mil jóvenes de entre 15 y 24 años que no estudian ni trabajan en Chile.
A este panorama, se suma la irrupción de la inteligencia artificial generativa, que está transformando el mercado laboral a una velocidad sin precedentes. El Foro Económico Mundial estima que, si bien se crearán nuevos roles, más de 90 millones de empleos desaparecerán. De estos, la mayoría corresponde a trabajos de nivel inicial, afectando a jóvenes que buscan sus primeras oportunidades luego de salir de la educación superior. Urge pensar en estrategias de reconversión laboral (reskilling), mayor flexibilidad en la educación y el trabajo, y una regulación ética e inclusiva de la transición tecnológica.
Por el lado de la salud mental, el proyecto Making Caring Common de la Universidad de Harvard determinó que un tercio de los adultos jóvenes reporta síntomas de ansiedad y depresión. Situación que se vincula fuertemente al uso intensivo de redes sociales, pero también a una nueva manera de entender los márgenes de nuestro bienestar socioemocional. Y es que claramente crecimos en un mundo distinto, con más pantallas y conexiones, pero con –tal vez– una profundidad menor.
Algo que ha contribuido a lo anterior, pero que tiene su narrativa propia, es la triple crisis planetaria en la que nos encontramos. De acuerdo, al último sondeo de INJUV sobre juventudes y crisis climática, los principales tres sentimientos que se producen al escuchar “cambio climático” son preocupación, tristeza y miedo. No es para menos, nos encontramos ad-portas de superar los 1.5ºC de aumento de temperatura respecto a los niveles preindustriales y la pérdida de biodiversidad y contaminación está llegando a niveles críticos. Y adivinen, ¿Quiénes son los que vivirán en este nuevo mundo?
La falta de representación de nuestra generación ha deteriorado la confianza en la política tradicional. De acuerdo con el Reporte Global de Jóvenes de la Secretaría de Naciones Unidas el 84% de este grupo describe a los políticos como “interesados en sí mismos”. Además, según la Décima Encuesta Nacional de la Juventud del INJUV, la confianza de los jóvenes en Chile en los partidos políticos es de apenas un 2%, y en el Congreso, un 4%.
Esta desconfianza ha impulsado la creación de nuevas formas de incidencia. Y es que las juventudes no hemos sido entes pasivos ante estos desafíos. Como ejemplo, desde Global Shapers –la iniciativa de jóvenes del Foro Económico Mundial– hemos desarrollado casi 3 mil proyectos autogestionados en más 150 países y beneficiado sobre 13 millones de personas. De igual forma, hay miles de otras organizaciones en Chile y el mundo lideradas por jóvenes que se movilizan por mejorar a diario sus territorios. Están abordando las necesidades de sus comunidades sin esperar el permiso de la clase política, demostrando una capacidad de gestión y movilización que no ha desaparecido, sino que se ha trasladado.
Este desplazamiento de acciones tiene costos. Cuando la energía transformadora de las nuevas generaciones sólo se canaliza por vías alternativas, la política formal pierde legitimidad y se convierte en una cámara de eco de sí misma. Y es que al no sentirnos representados en las urnas ni en los espacios de poder, las instituciones pierden su valoración como mecanismo para el cambio, situación que se hace patente en los titulares de los últimos días con relación a la percepción que tienen los escolares por la dictadura. Mientras, la política tradicional los declara ausentes, sin entender que son ellos quienes han abandonado un espacio que ya no les ofrece soluciones.
En definitiva, no vemos un compromiso real por integrar una agenda juvenil ambiciosa en las candidaturas presidenciales. ¿Cuál es el plan para fomentar el primer empleo? ¿Cómo se abordará la crisis de salud mental que afecta a miles de jóvenes? ¿De qué manera se harán cargo de la triple crisis planetaria? Y por supuesto, ¿Cuál será el rol de las juventudes en todo ello?
Hacemos un llamado a quienes aspiran a llegar a La Moneda: no subestimen a nuestra generación. Somos un electorado informado, conectado y movilizado. La oportunidad estratégica es inmensa para quien decida romper el molde. Aquel candidato o candidata que escuche, e integre a la juventud en su visión de país y proponga un futuro laboral, social y medioambiental concreto y creíble, no solo ganará nuestro voto, sino que demostrará estar a la altura del liderazgo que Chile necesita en el siglo XXI.
Ignacio Bugueño Vilches es director de Global Shapers Valparaíso, y Maximiliano Frey Moreno es director de Global Shapers Santiago.