A lo menos tres se van. Las renuncias de los obispos de Osorno, Valparaíso y Puerto Montt fueron aceptadas por el Papa. Así recién comienza un camino que debiera ser muchísimo más largo.
Porque aún muchos obispos no entienden nada. El propio Juan Barros en su carta equipara esta renuncia con las dos anteriores como no entendiendo que si ahora el papa se la acepta es justamente porque les cree a las víctimas que lo acusaron como encubridor de Karadima.
Es más, agradece a los que lo recibieron bien en Osorno, aquéllos dice que trabajaron con amor por su Iglesia. Hay que aclararle a Barros que los laicos de Osorno que se opusieron a que él fuera obispo lo hicieron justamente pr amor a la Iglesia Católica. Porque querían una Iglesia donde los fieles estuvieran seguros libres de abusos sexuales, de poder o de conciencia. Libres e encubridores de abusadores.
Y Gonzalo Duarte. Su caso es el fiel reflejo de que los cambios tiene que ser mucho más profundos. Hace un par de días la Conferencia Episcopal aseguraba que no había denuncias en su contra. Tuvo que salir el Padre Astaburuaga a decir que hace 10 años. Él había presentado una denuncia formal.
O sea a pesar de todo lo ocurrido la mentira, el oscurantismo, las redes de protección siguen vivas y fuertes.
Por eso muchos confían en que lo de hoy no sólo debe sino que será el pimer paso. La salida de Errázuriz como consejero de Papa es indispensable. Basta con recordar que Errázuriz y Ezaatti, otro personero que no merece los honores que la Iglesia le ha concedido, trataron de serpiente a Juan Carlos Cruz en sus cartas.
Tampoco sería entendible que el Nuncio Ivo Scapolo siguiera. Por las acusaciones en su contra y porque representa a una organización que encubrió. Y porque era su responsabilidad informar al Papa, un Papa que decidió hasta ahora no informarse por otras vías o no creerlas.
Ninguno de ellos estuvo del lado de las víctimas. Y eso ya es razón suficiente para que deban dejar sus cargos.
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