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Cerca de 2 mil niños separados de sus padres; muchos de ellos, encerrados tras rejas. Parece inconcebible, pero está ocurriendo hoy, en este momento, y no en alguna dictadura tercermundista, sino en una de las mayores democracias del planeta: los Estados Unidos.

Tras anunciar una política de Tolerancia Cero contra la inmigración ilegal, en las últimas tres semanas las familias que cruzan la frontera están siendo separadas; los adultos van a cárceles, y los menores de edad, a centros de detención.

Imágenes, audios y testimonios publicados en los últimos días dan cuenta de una práctica que Naciones Unidas hoy calificó como «abuso infantil». Hablamos en algunos casos de niños de 2 años o menos, que aún usan pañales, separados de sus madres y cuyas cuidadores reciben órdenes de no tocarlos.

El Presidente Trump culpa a la oposición y el Congreso, en un aparente intento por usar esta política como moneda de cambio para conseguir los fondos para su prometido muro en la frontera con México.

Mientras, en Europa, los 630 migrantes del Aquarius llegaron al fin a España, después que Malta e Italia se negaran a auxiliarlos aunque entre ellos hubiera mujeres embarazadas y niños pequeños.

Y en Alemania, Angela Merkel enfrenta el desafío de su ministro del Interior, que la presiona para adoptar una política más dura contra los migrantes, en un enfrentamiento que incluso podría hacer caer al gobierno de Berlín.

La migración es un tema explosivo en todo el mundo. Pero al menos un principio debería mantenerse siempre: el respeto a los derechos de los niños. Ellos que no eligieron donde nacer ni qué frontera cruzar.

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