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La revolución será feminista o no será. Frase adaptada por el movimiento que busca la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Y es bueno recordarla hoy que en Chile se convocó a una nueva marcha contra la violencia de género que ha tenido episodios horrorosos en estos días.

Las jóvenes nos lo han recordado: necesitamos cambios culturales profundos. Hay que asumir, como dice Virgine Depentes, que a pesar de siglos de lucha y de logros, el feminismo aún no logra cambiar el espacio doméstico y que la cocrianza sea una realidad. El hogar es la primera escuela donde niños y niñas aprenden roles estereotipados y donde se limitan culturalmente sus sueños. Y eso no cambiará a menos que se implementen medidas como un post natal masculino irrenunciable, sin quitar el suyo a la mujer.

Esa transformación doméstica, implica que quedarse en la casa sea una decisión libre y no una imposición cultural o material. Y trabajar fuera, una opción tanto para ellos como para ellas. Porque por ejemplo si la sala cuna es un derecho solo de la madre trabajadora, el costo también y nos seguirán contratando menos o con peores condiciones. De paso no reconocer que el derecho a sala cuna es también del hombre, es de alguna manera liberarlo del cuidado del recién nacido o al menos de su costo.

Por otra parte, nivelar la carga doméstica, es un acto de justicia. Y debiera tener como consecuencia que hombres y mujeres planifiquen en igualdad y las parejas en conjunto sus carreras profesionales y no que sólo ellas se posterguen una y otra vez.

Ese cambio puertas adentro no debe dejar de perseguirse, jamás. Porque la revolución feminista o será también doméstica… o no será.

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