Por Carolina Urrejola
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La ciudadanía de Calama se movilizó el viernes contra la inseguridad y la delincuencia. Naturalmente impactados por el baleo en la comisaría y el terminal de buses, los calameños fueron arengados por su alcalde, que lideró la movilización, a pesar de los esfuerzos de La Moneda porque esta no prosperara.

No hay duda de que las personas tienen buenas razones para protestar por la violencia en Calama o cualquier parte del país. Pero lo que se está volviendo cada vez más habitual e indeseable es que se suspendan las clases por este tipo de problemas. Temo que esta medida extrema que afecta los aprendizajes de niños y niñas ya mermados con la pandemia, puede convertirse en un arma política para presionar al gobierno y exigir más recursos como carabineros, comisarías, vigilancia, etcétera.

Hago un llamado a los alcaldes y alcaldesas a extremar los esfuerzos por evitar al máximo esta medida y al gobierno, a que su ministro de Educación presente una estrategia en serio para asegurar la tranquilidad de las comunidades educativas en vez de minimizar la amenaza de la violencia, como hizo con el caso del funeral narco de Valparaíso, donde incluso deslizó que había un interés de perjudicar al gobierno con la decisión de cerrar los colegios.

Dicho sea de paso, la Municipalidad de Pedro Aguirre Cerda acaba de anunciar la suspensión de las clases porque se realizará el funeral de un joven capo narco que murió hace unos días en Italia.

El gobierno debe dar una señal clara cuanto antes.

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