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Telas de barcos, cobertores de camiones y hasta parapentes, son el tipo de materiales que utilizan tres emprendedores que fabrican zapatillas con mucho estilo a partir de materiales que para otros son meros desechos. Es Kruza, la empresa que también tiene entre sus prioridades el trato justo para sus trabajadores y el principio del desperdicio cero. 

Todas las semanas llega Cristóbal al taller de Angélica y Andrés, ubicado en Puente Alto, quienes llevan más de 30 años en el rubro del calzado. Usan retazos de cuero de sillones que la empresa Rosen, en vez de desechar, los entrega a Kruza para ser convertidos en zapatillas.

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“Trabajamos en Puente Alto con Andrés y con Angélica. Ellos hacen la primera parte que es recibir los retazos de cuero, lo seleccionan y con eso se hacen los cortes de la zapatilla, lo mismo con el parapente y con los saldos de los forros“, Cristóbal Arancibia, encargado de finanzas y operaciones Kruza.

Nosotros trabajábamos con mantas, no con reciclaje. Fue una novedad y un desafío también“, asegura Angélica Díaz, proveedora de Kruza.

“Es espectacular porque todo es reciclado y eso lo hicimos todos, no una persona solamente. Son desechos que otras personas no quieren y con eso están saliendo zapatillas hermosas“, Andrés Jorquera, proveedor de Kruza.

El amor por las zapatillas y el reciclaje unió a los tres socios de Kruza, empresa certificada como B. Cristóbal, Felipe y Benjamín son dos ingenieros comerciales y un publicista que venían del sector privado.

“Yo trabajé como 15 años en áreas comerciales donde la competencia y maximizar las utilidades era el objetivo principal. Pensamos cómo poder hacer un aporte al mundo tanto al medioambiente como a las personas“, Felipe Arrigorriaga, gerente general de Kruza.

Hicieron un curso de diseño y se fueron adecuando a los materiales que iban encontrando. No sólo cuero. También retazos de vela de barco, tela de parapente que ya cumplió su vida útil, PVC de carpas de camiones y caucho de fábricas productivas.

Uno está sujeto a lo que llega. Se hace la cantidad de zapatillas que alcancen“, Benjamín Moreno, encargado de diseño en Kruza

“Unimos el tema de hacer zapatillas con el cómo hacerlas. Tratamos de hacerlas con una red de talleres en Chile”, agrega Arrigorriaga.

Desde Puente Alto el aparado recorre 50 kilómetros hasta Peñaflor. En el taller de Maiko se incorpora el contrafuerte y la puntadura, la zapatilla toma forma y se instala la suela fabricada a base de caucho reciclado. Este proceso lo aplicarán en el nuevo modelo que se lanzará este año: zapatillas no gender. Es decir, una talla servirá tanto para mujeres como para hombres.

“Nos han dado el espacio para aprender y para contarnos cómo funciona esto porque el mundo ha cambiado con China”, comenta Arancibia.

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De hecho, el dueño de este taller, así como muchos otros,  fue víctima del auge de las importaciones chinas. Fue en 2012 cuando la fábrica de Bata, donde trabajó varios años, cerró.

“La gente se empezó a quedar sin trabajo, pero yo seguí haciendo zapatos porque soy porfiado”, asegura Maiko Acuña, Proveedor de Kruza.

Y esa tenacidad lo llevó a conocer a los socios de Kruza, empresa que sueña con que el “hecho en Chile” sea un sello no sólo de calidad y conciencia con el medioambiente, sino que también de trato justo.

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