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En una década, más de 10 mil menores de 15 años fueron madres. Cifra inaceptable y que debiera preocuparnos. La noticia del diario La Tercera golpea.

Hemos mirado mal las cifras. Parecía que la tasa de adolescentes embarazadas había caído, pero en el grupo de 14 años para abajo se ha mantenido estancada.

Y eso es prueba de adultos que han violado a menores de edad (muchas veces de manera impune) o de dos menores que no estaban preparados para ser padres.

En Chile, cada año, mil mujeres de 14 de años o menos dan a luz y como siempre, las más afectadas son las de pocos recursos que no tienen la red de apoyo para ayudarlas con la guagua y que muchas veces terminan abandonando sus estudios y condenándose a seguir en la pobreza. Porque además a mayor pobreza las cifras empeoran.

Son esos embarazos los que hay que poner todo el esfuerzo del Estado y de entes privados en evitar. Hacer de veras efectiva una educación sexual integral que parta desde la infancia y que enseñe afectividad, pero también de manera clara todos los métodos anticonceptivos.

Terminar con ese doble estándar de que a los hijos propios se les compra condones o pastillas, pero en los liceos no se pueden entregar preservativos. Ya tuvimos un ex ministro de hijos campeones que opinó eso.

La ONU lo dice: es un DDHH entregar educación sexual a los menores de edad. Los padres deben que ser parte, pero no es su potestad negársela o restringirla de tal manera que sea inútil.

No se trata de fomentar las relaciones sexuales a una edad en que ni el cuerpo ni las emociones están preparadas. Se trata simplemente de no cerrar los ojos a la realidad.

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