Por Mónica Rincón
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Publicado por CNN

Decir yo no, es mucho más difícil que decir yo también. Discrepar de los compañeros de ruta o de quienes lo fueron exige coraje y esta semana tuvimos dos ejemplos.

Daniel Platovsky y Gabriel Boric. El primero en CNN Chile reconoció haber sido cómplice silencioso de la dictadura y pidió a la derecha a dejar de serlo. Ahora Boric llama a la izquierda a reflexionar sobre cómo se defienden los DD.HH. fuera de Chile; en sus palabras “a condenar la restricción de libertades en Cuba o el debilitamiento democrático en Venezuela”.

Incluso llamando dictadura nada más que a China, es impresionante que reciba de sus aliados tan violentas críticas. Eso muestra que, aunque les duela asumirlo, buena parte del Frente Amplio y de la ex Nueva Mayoría tiene un doble estándar para medir a los gobernantes cercanos.

Que el bloqueo en Cuba, que la oposición golpista en Venezuela, que la realidad especial de China. Muchos de quienes levantan estas excusas, son tan jóvenes y se oyen tan viejos usando argumentos parecidos a esa derecha que se mantiene pinochetista.

Desde la izquierda no pocos ponen la autodeterminación de los pueblos por sobre los DD.HH., pero reconocen como solidaridad internacional la valiosa ayuda extranjera durante la dictadura cívico militar chilena.

Y acusan traición como si decirle dictador a Maduro fuera sinónimo de no poder criticar a EEUU y su ilegal e inhumana cárcel de Guantánamo o su intervencionismo a favor de dictaduras que le acomodan.

Chinos, venezolanos, cubanos agradecerían que se sacaran las anteojeras ideológicas. Que entendieran que no hay proyecto político alguno que valga una libertad pisoteada.

Porque están bien cerca de transformarse, como advirtió Boric, en el reflejo de lo mismo que con razón, pero sin coherencia, le critican a los cómplices activos y pasivos de Pinochet.

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