Por Daniel Matamala
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Publicado por CNN

“Las redes sociales muestran lo peor de la psicología moral humana”. La frase no es de algún tuitero enojado en medio de un conflicto, sino de uno de los psicólogos sociales más importantes del mundo, Jonathan Haidt. El mismo que declara que “las redes sociales pueden no ser compatibles con la democracia como la conocemos”.

Y Haidt lo viene diciendo desde mucho antes que Donald Trump se convirtiera en el hombre más poderoso del mundo a punta de campañas de desinformación, tuiteos de odio y una polarización sin precedentes.

Parece increíble que la era dorada de las comunicaciones, en que tenemos a un click de distancia más información que nunca en la historia, sea también la era de las mentiras: según el conteo del Washington Post, Trump ya lleva cerca de 1000 afirmaciones falsas en su presidencia. Un estilo que tiene una legión de imitadores en todo el mundo.

Las redes sociales y sus algoritmos premian con likes, retuits y caras felices a quienes apelan a la identidad tribal, al nosotros contra ellos, y nos vuelven ciegos a la mitad del mundo que no comparte nuestros prejuicios. Así se están destruyendo los espacios comunes de encuentro, volviendo todo relativo: la verdad y la mentira, los hechos y las opiniones.

Y ahí se vuelve urgente la apelación de otro intelectual, Yuval Harari: no dejarnos manipular por quienes usan los datos para destruir la democracia desde dentro, explotando los sentimientos de odio.

¿Podemos lograr que la empatía le gane al prejuicio? ¿Que la reflexión se imponga sobre la rabia? ¿Que la verdad sea prioridad, incluso cuando nos incomoda?
Depende de cada uno de nosotros; de cada click, cada like, cada retuiteo, cada meme que compartimos y cada cadena de WhatsApp que prolongamos.

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