Por Daniel Matamala
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Publicado por CNN

Dicen que la primera luna es de miel, y las siguientes son de hiel. Eso no podrá ser verdad en todos los matrimonios, pero sí es una regla en política. Todo Presidente recién asumido goza de un período de enamoramiento con la ciudadanía, en que esta ve con esperanza sus proyectos, le da el beneficio de la duda y respalda sus buenas intenciones.

Pero como toda luna de miel, esta inevitablemente se acaba, e igual que en la vida cotidiana, viene el golpe con la realidad. Ya no se evalúan intenciones, sino resultados; ya no expectativas, sino hechos. Del verso de la campaña y la instalación, pasamos a la cruda prosa de la realidad.

Eso está ocurriendo con el Presidente Piñera, y no tiene nada de dramático. Llevamos ya casi 5 meses de gobierno, y su popularidad, apenas bajo el 50%, aún es saludable.

 Pero… hay señales de alerta. La principal es el aterrizaje de las expectativas económicas. Tanto la bolsa, como la confianza de los consumidores y de los empresarios han ido a la baja, y en eso hay responsabilidad de la campaña de Piñera, que planteó que los problemas de la economía estaban exclusivamente en el gobierno, y por lo tanto se resolverían con un cambio en el inquilino del edificio de calle Moneda sin número.

Ese simplismo sirve para hacer campaña, pero no para gobernar. Porque los problemas de fondo de la economía chilena, como la menguante productividad, la sempiterna dependencia del cobre y la concentración de los mercados, son harto más complejos y requieren soluciones de largo plazo, no varitas mágicas.

Ahora le toca al Presidente y sus ministros una tarea ingrata: bajar las expectativas que ellos mismos crearon, y aterrizar suavemente a los chilenos, de los sueños a la realidad. Es algo que todos los gobiernos deben hacer, pero este, que tiene gran parte de su capital político invertido en la gestión económica, se juega mucho en esa tarea.

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