Por Pablo Figueroa
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El nombre Harry parece estar destinado este siglo en Gran Bretaña a ser sinónimo de popularidad. Si hace casi dos décadas escuchar ese nombre era asociado a un mago, luego al de príncipe que puso en jaque a la monarquía, en los últimos años se empieza a asomar otra figura. No un personaje ficticio, no un personaje venido de la realeza: es un artista.

El camino de Harry Styles para llegar a su posición de mega estrella ha sido calculado y paciente. Su historia familiar se reduce a breves datos en los que se sabe que sus padres se separaron cuando tenía siete años, que armó una banda en la escuela y que trabajó en una panadería. Nada muy relevante que pudiese agregar épica o drama a su vida.

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Conocida es la historia de cómo llegó a ser parte de One Direction (unos de los fenómenos musicales adolescentes más exitosos de la década) y su vida tras ella es un capítulo interesante.

En una entrevista con Daily Star, en 2018, Jay Z decía sobre la nueva etapa del artista como solista: “Harry no necesita ayuda para promocionarse, todo el mundo sabe quién es él. Yo puedo lograr que trabaje con los más grandes artistas y los más grandes productores, y convertirlo en el artista más grande del mundo en sólo un año”.

Las ofertas y la presión sobre Styles era importante. ¿Qué hacer después de estar en un grupo tan exitoso? Y es ahí donde el joven apostó en grande. Firmó un contrato con la agencia americana CAA de representantes de artistas y para dejar atrás su imagen de estrella pop, se reinventó como concepto. Su música es completada por sus acciones, entrevistas y estética. Para ser un ídolo en los tiempos actuales, hay que ser más que música.

Una evolución que para Martina Orrego, locutora de la Radio Los 40, habla de un artista real. “Lo que habíamos conocido al principio era un producto muy efectivo, era de muy buena calidad, de muy buena factura, pero el resultado que vemos ahora es el artista o es la esencia que existía en Harry Styles como músico”, dice.

Además, ha incursionado con éxito en el cine. En Dunkerque demostró que daba el tono en la actuación. “Está ok, pero se trata de personajes que se lo toman como una segunda profesión, como el caso de Justin Timberlake”, apunta el crítico de cine Christian Ramírez, sobre el desempeño de Styles en la película de Christopher Nolan.

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Es justamente la figura de Timberlake el modelo seguir y superar por Styles. Fine Line, su segundo álbum, es un paso más en la publicitada búsqueda del británico por demostrar que es un cantautor serio y no una estrella pop, pero el disco tiene luces y sombras en las que deja en evidencia un riesgo calculado.

Al igual que en su carrera, en su concepto hay una sensación de cuánto lo es lo realmente autentico en su propuesta. Todo lo “cool” que lo rodea son decisiones basadas en sus inquietudes o recomendaciones de su equipo de representación. Si tomamos en cuenta que es la tercera persona menor de 30 años más rica en Inglaterra, deberíamos considerar que su carrera es un negocio muy lucrativo que no puede dejarse al azar.

Fine Line es un disco que mezcla pop ochentero, soul, y ritmos sintetizados actuales. Existe una gran mezcla y producción en su última entrega, pero queda esa sensación de cálculo en la que hay estudios de mercado, más que inspiración de un artista que, por ahora, parece más de lo que es y así es difícil trascender si eres real.

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