Por Arelí Zúñiga

Un libro de terror con una trama clásica de casa embrujada, con misterios detrás de las cortinas y basura debajo de la alfombra. Cómo Vender una Casa Embrujada puede parecer cliché y este libro casi lo es, si no fuera por la humanidad y el entramado de los personajes que componen la historia.

Escrito por Grady Hendrix, Cómo Vender una Casa Embrujada, es sin duda el tipo de libro que esconde un misterio en cada página, con un enganche que podría atraer a los curiosos y un desarrollo de historia que hace un trabajo excelente en atrapar a aquellos impacientes. Resulta una historia entretenida para pasar el rato y tenerla en cuenta para una tarde de sorpresas.

¡Que un suceso como la muerte de tus padres no te detenga de intentar vender su legado y olvidarte de tu propio origen! Este el objetivo de Louise, una diseñadora de profesión que, de repente, se ve obligada a volver a Charleston desde San Francisco para organizar el funeral de sus padres, quienes murieron en un accidente con extrañas circunstancias.

Louise es una mujer cuestionable. Es un personaje que incluso puede llegar desagradar con las decisiones -presumiblemente racionales- que toma, pero que están lejos de ser correctas.

Al mismo tiempo es un personaje que trasmite tanta racionalidad y escepticismo, se siemte tanto como una persona, que casi podrías verla levantarse de entre las páginas del libro y adaptarse al mundo real, sin aparentes problemas.

El autor de la obra tiene habilidades para construir personajes que hablen por sí mismos y que tengan un propósito en la mente del lector, sumado a una narrativa sencilla, este libro es ideal para entrenar la curiosidad.

Negación

Ante la fatídica muerte de sus progenitores, Louise se encuentra queriendo atravesar uno de los eventos más doloroso de la vida de una persona con la mayor rapidez posible. No quiere volver a su pueblo natal y no quiere toparse con su hermano, Mark, quien es un fracaso y no lleva bien el éxito de ella.

Louise y Mark son dos adultos que nunca han sabido vivir su vida verdaderamente como lo desean. Tuvieron unos padres particulares y una infancia traumática, llena de títeres y muñecos, con una energía aterradora, alimentada por la obsesión de su madre.

Aquí viene el problema. Esta familia tiende a normalizar actitudes problemáticas, evadir temas complicados como la muerte o la realidad y dar particular libertad a obsesiones poco sanas. Al menos así lo ve Louise, quien lleva compitiendo con su hermano por el amor de sus padres durante toda su vida, pese a creer ser mejor que él.

Todo el odio y condescendencia que ella siente por Mark es respondido con desinterés y arrogancia por parte de él, en una relación de hermanos que podrías casi saborear de lo real que se siente, por que ¿quién no se ha peleado al punto de la muerte con su hermano cuando niños? En este caso, es muy literal.

Ira

Aunque parezca una simple relación problemática de hermanos, lo cierto es que en realidad es un entramado de preguntas que el autor se da el lujo de responder con la mayor tensión posible, remontando hechos específicos y explicando- a través de recuerdos- actitudes o acciones irracionales a primera vista.

Louise no se quiere quedar en Charleston por mucho más del tiempo que las formalidades del funeral lo requieran, velar a sus padres y enterrarlos de manera tradicional.

Sus padres, dos personas de cerca de 70 años que murieron en un accidente de tránsito en extrañas circunstancias, que la protagonista no quiere (ni es capaz) de cuestionar.

Lo interesante de la historia es la casa, el epicentro de este relato. Una propiedad que estos hermanos deben vender y que mantiene en su interior una colección -sobrehumana- de muñecos y títeres con una vibra aterradora.

Los padres de Mark y Louise, en particular su madre, Nancy, hicieron mucho por contribuir a la dinámica de enemigos que ahora mantienen. Claro que una madre siempre tiene a su hijo favorito, es algo que no se puede negar, sin embargo, esta información, que se hace evidente tras el funeral, abre la puerta a una serie de sucesos extraños y posteriormente grotescos que le dan vida a la historia.

Grady Hendrix tiene una gran capacidad para detallar, con elocuencia, cada parte de la casa, sus muebles, sus cuartos, su garage y su jardín, apelando al imaginario del lector en cada descripción, sin dejar datos fuera, incluyendo algunos que no son tan necesarios y que generan un desvío de concentración.

Este detalle en el relato es un arma de doble filo, ya que genera, por una parte, cierta lentitud en la historia que puede abrumar o aburrir al lector; pero, por otra parte, provoca una sensación de suspenso que se ve alimentada y alargada con cada página, en donde lo que “pasará después” llena todos los rincones de la conexión establecida con el lector.

El autor salta con gracia de capítulo en capítulo. Desarrolla un enganche que apela a la curiosidad, desenredando de a poco una red de conocimiento e información que llega a su punto culmine cerca de la mitad del libro, lo que deja una sensación de disconformidad respecto a la rapidez de la narrativa.

Los sucesos posteriores al funeral, un hecho que marcó el inicio de las concesiones emocionales y materiales de Louise, provocó enojo e ira, no solo por la reacción – más o menos racional- de la protagonista, sino porque la narración y los personajes mantienen una dinámica tan humana, que el lector podría identificarse con cualquiera de sus historias, incluso con los que se pensaba que eran los “villanos” o personajes “pasivos”.

Ejemplificando el sentimiento, puede ser como cuando descubres una mentira que tus padres ocultaron más tiempo del que era necesario. Esto no es necesariamente un spoiler de la historia.

Negociación

Tras poner en orden su cabeza, Louise vuelve a su centro y aquí es cuando realiza la segunda concesión -emocional- que ella considera como práctica.

Durante la primera mitad del libro, la relación entre la protagonista de la historia y su hermano se siente como una aguja siendo lentamente clavada en el ojo; dolorosa, molesta y generando la necesidad de escapar. Tremendamente insoportable.

Sin embargo, más pronto de lo previsto se vuelve forzosamente reconfortante. Una relación unida y fortalecida por la extraña sensación de complicidad que ambos hermanos desarrollan ante hechos y vivencias que solo ellos podrían entender y que involucran, como es de esperar, los traumas provocados por sus padres.

Durante esta parte del libro, el autor se da el trabajo de detallar -más de lo necesario- esas pequeñas cosas en común y olvidadas de su infancia que fuerzan a Mark y a Louise a reconectar. Así, logran retomar una relación de hermanos que creían rota por la realidad, pero unida por lo sobrenatural.

Sus sentimientos y relación se endurecen más de los que ellos hubiesen imaginado, lo que da paso a que la historia puede avanzar con una velocidad gustosa y que la voraz necesidad de saber cuál es el siguiente paso se vea alimentada con hechos posteriores, lo que genera una sensación de triunfo para lector.

Es aquí cuando el autor revela las verdaderas intenciones de su obra, se dan a conocer personajes ocultos, sucesos impredecibles y la razón de lo “embrujado” de la casa.

También, en este punto se logra entender que Cómo Vender una Casa Embrujada no es una historia de terror, es de suspenso, con una trama misteriosa y un final extrañamente reconfortante, que logra que una relación de hermanos destrozada se convierta en el centro del libro, por sobre los fantasmas y entidades.

Esta no es la historia de como dos hermanos vendieron su casa familiar tras la enigmática muerte de sus padres, sino que es una historia de reinserción y regreso a las raíces, claro que con un poco de suspenso que buscó, durante todo el libro, jugar con la curiosidad y el interés del lector, a veces de manera desesperante.

Depresión

Durante la obra también se puede ver como la dependencia de Louise y Mark hacia un “personaje” en particular va aumentando, sobre todo al ver como sus miedos, originados en recuerdos traumáticos, se van concretando y persiguiéndolos tras años de olvido. Una herencia que sin duda deberán agradecer a su madre.

Este “personaje” es Pupkin, el títere favorito de la madre de Louise y uno de los antagonistas más enigmático y malévolo -a partes iguales- que hay en la trama.

El autor intenta descibrir, tan bien como se pueda, la apariencia de este títere; sin embargo, las acciones de este generan una propia versión visual y toman particular relevancia durante la historia.

Hendrix deja en claro -mientras ocurren misteriosos sucesos durante el intento de vender la casa- que la importancia de Pupkin es más fuerte de lo que los lectores podrían esperar.

Esto es algo decepcionante, ya que saber que el núcleo de una historia bien construida y con una impactante capacidad para crear intimidad con el lector,  se base en un solo “personaje” hace que la trama empiece a sentirse algo escuálida.

No obstante, los hechos que surgen en torno a este títere son más exasperantes que decepcionantes. Sin duda hay un punto en la historia en la que, como lector, hay que preguntar ¿por qué Louise es tan incapaz de hacer cualquier cosa bien cuando Pupkin está cerca? No hay respuesta, aparentemente.

De todas formas, es casi seguro que el autor intentó representar el duelo y en particular la depresión en la figura de Pupkin. No solo por la insistencia con la que el personaje se presenta intentando causar un caos en la vida de la protagonista y su hermano, sino porque parece convertirse en la sensación que obliga a Louise a replantearse su vida y actos, justo como lo haría el sentimiento que produce la muerte de los padres en realidad.

Por otro lado, es teatral la forma en la que el autor presenta los sucesos que dan inicio al desenlace de la historia, aunque Grady Hnedrix parece tener mejor capacidad para manejar la acción dramática que para crear una narrativa veloz, por ende los hechos que ocurren en las últimas páginas tienen más substancia creativa y dinámica que el inicio del libro.

En esta parte de la historia, es cuando se puede ver que los personajes realmente se sienten tristes y depresivos. Hendrix no lo hace evidente, pero de una forma muy figurativa logra que el centro del conflicto- Pupkin- se convierta también en el argumento de todo el embrollo familiar.

Aceptación

Cuando la historia finalmente llega a su peak y por un momento se piensa que está llegando a su final, el autor construye un giro sorprendentemente inesperado en el que la rabia y la indignación se vuelven protagonistas.

¿Cómo un personaje puede generar tanta exasperación con sus acciones y al mismo tiempo lograr que se siga con impaciencia sus acciones a la espera de ver qué es lo siguiente que ocurre?

En las últimas páginas la historia toma un rumbo tan poco fantaseoso que las escenas más fuertes pasan a ser casi una vivencia, quedándose como un recuerdo en el imaginativo del lector.

Finalmente, el libro muestra como Louise y Mark aceptan -de cierta forma- que no había otra manera en que los hechos pudieran salir mejor o peor para ellos o su familia; que la muerte de sus padres era casi necesaria para acabar con la incertidumbre y el misterio que reinaba en sus vidas desde la llegada de Pupkin; el inicio de todo.

El autor finalmente logra que el lector no solo conecte con la trama y sus personajes, sino que cree un lazo de compatibilidad con sus acciones y entienda, hasta cierto punto, el porqué del rumbo de los hechos.

Cómo Vender una Casa Embrujada es un libro con una escritura creativa, una narrativa ralentizada, pero detallada y personajes fuertemente desarrollados que, a lo menos, quedarán en la memoria de los lectores. Relacionándose con recuerdos del tipico cliché de la casa embrujada y volviendo a la vida cada vez que miren directamente la cara de un viejo títere diabólico oculto entre viejas cajas apiladas y abandonadas en la casa de su infancia.

  • Cómo Vender Una Casa Embrujada 
  • Autor: Grady Hendrix
  • Editorial: Minotauro
  • Año: 2023
  • Precio: $19.900
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