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“Entre tantas interesantes citas que se han hecho a autores franceses, académicos alemanes, italianos, españoles, me gustaría partir por una mención a un poeta chileno (…) ‘Cementerio de Punta Arenas‘ de Enrique Lihn“, anunció el presidente electo, Gabriel Boric, en el escenario del Encuentro Nacional de la Empresa (Enade) 2022, frente a los principales referentes del gremio.

Así leyó versos como “ni aun la muerte pudo igualar a estos hombres“, “la paz, pero una paz que lucha por trizarse“, “romper en mil pedazos los pergaminos fúnebres / para asomar la cara de una antigua soberbia /y reírse del polvo”, del que en varias oportunidades anteriores ha citado como uno de sus poetas favoritos.

La obra es parte del tercer libro que publicó Lihn, “La pieza oscura“, en 1963. Conocido por su prolífica obra literaria, pero también por sus múltiples facetas artísticas, como crítico, dibujante, ensayista, dramaturgo e incursionando en el arte contemporáneo desde el happening. Su figura se hizo mítica como miembro de la generación del 50 y como notable articulador de la escena literaria santiaguina.

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En 2018, cuando ocurrió un incendio en el cementerio de la ciudad natal del presidente electo, este respondió a través de Twitter al actual diputado Luciano Cruz-Coke, quien se lamentó del hecho citando el poema. “El poema de Lihn es una crítica profunda y desgarradora a la desigualdad de nuestra sociedad… ‘Ni la muerte pudo igualarlos'”.

Más recientemente, cuando se discutía el primer retiro del 10% de los fondos previsionales en 2020, el entonces diputado comenzó su intervención con los mismos versos de Lihn.

Precisamente, el campo santo de Punta Arenas es una muestra histórica de la desigualdad social, que en sus diferentes patios muestra una definida separación de sus habitantes como, probablemente, pudo haber sido también en vida.

Ni aun la muerte pudo igualar a estos hombres
que dan su nombre en lápidas distintas
o lo gritan al viento del sol que se los borra:
otro poco de polvo para una nueva ráfaga.
Reina aquí, junto al mar que iguala al mármol,
entre esta doble fila de obsequiosos cipreses
la paz, pero una paz que lucha por trizarse,
romper en mil pedazos los pergaminos fúnebres
para asomar la cara de una antigua soberbia
y reírse del polvo.

Por construirse estaba esta ciudad cuando alzaron
sus hijos primogénitos otra ciudad desierta
y uno a uno ocuparon, a fondo, su lugar
como si aún pudieran disputárselo.
Cada uno en lo suyo para siempre, esperando,
tendidos los manteles, a sus hijos y nietos.

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