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(CNN) – En los años 90, Marlon Brando hizo una predicción: creía que, en el futuro, los actores quedarían obsoletos y serían sustituidos por figuras digitales.

Los actores no van a ser reales, van a estar dentro de un computador. Espéralo, va a suceder”, afirmó. Digitalizados y reconstituidos, Brando imaginó que los actores tendrían una voz y una vida más allá de sí mismos.

Su amigo y pionero de los efectos visuales, Scott Billups, llegó a escanear su cabeza y mapearla en un computador, registrando sus expresiones faciales para poder reproducirlas posteriormente en la era digital.

Brando acertó con parte de su predicción. Y tanto aquel como muchos otros de los pensamientos que vocalizó en vida salieron por primera vez a la luz pública en 2015, a través del documental Listen To Me Marlon, dirigido por Stevan Riley.

Marlon Brando como Vito Corleone en la película El Padrino (1972). Paramount Pictures/Vía CNN Newsource

Resucitando a los muertos

A lo largo de su vida, Marlon Brando coleccionó muchas cosas; entre ellas, cintas de casete. Era disléxico y utilizaba el dictáfono como si fuera una libreta de notas, grabando listas de tareas y anotaciones para guiones.

Pero, en medio de las obligaciones, llegaban también momentos de introspección y autoanálisis. Desde conversaciones ebrias en la cama con amantes hasta desahogos de la rabia contenida hacia sus padres y tortuosas reflexiones sobre su propia y problemática paternidad.

Cientos de horas de audio, cuyo alcance supera el de cualquier diario y toca lo que ningún biógrafo podría. Cintas que acumularon polvo tras la muerte del actor antes de llegar a manos del cinesta Stevan Riley.

Era una fuente de material perfecta.

Marlon Brando junto a Martin Luther King Jr. Cortesía de NBCUniversal/Vía CNN Newsource

Reunidos en una especie de bricolaje por Riley y el coguionista Peter Ettedgui, Listen To Me Marlon es una suerte de Frankenstein cinematográfico -armado por piezas- que documenta la vida de Brando casi enteramente con sus propias palabras.

En una entrevista con CNN el mismo año de estreno del documental, Ettedgui sostuvo que resulta difícil descifrar si algo así era lo que pretendía concretar el mítico actor al registrarse a sí mismo.

A pesar de haber de que, en algunas grabaciones de audio, Brando se decía a sí mismo “ya no son útiles, tíralas”, las grabaciones sí quedaron entre sus posesiones. Ettedgui sugiere que “había, hasta cierto punto, un sentido de dejar cosas para la posteridad“.

En la película, Brando medita e idealiza sus estrategias para la realización de un hipotético documental sobre su vida: “Será muy personalizado… Dejamos establecido que es un hombre con problemas, solo, acosado por los recuerdos en un estado de confusión, tristeza, aislamiento, desorden… Está recopilando información y trozos de película que le ayuden a explicar: ¿Por qué te sientes así?“.

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Ettedgui sostuvo que, el trabajo de montaje junto Riley, fue llevado a cabo como “si fuéramos tres” en la sala, y el material de Brando contó con mucho más peso en el proceso que el director o su coguionista.

Ghost in the Machine (fantasma de la máquina, en español) fue el término que utilizó para referirse a la participación de Brando. En la cultura anglosajona, dicho concepto suele ser acuñado para citar la analogía de una mente que cuenta con existencia propia e independiente, separada del cuerpo.

Listen To Me Marlon es la inserción a una mirada íntima y reveladora a la vida de la estrella del cine.

Cortada y fusionada con entrevistas, ve la luz como una suerte de autobiografía que se va ordenando entre la interpolación de reflexiones públicas y privadas del ser humano tras el personaje.

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Escarbando entre los recuerdos

La figura mitificada de Brando era la de un notorio recluso: un hombre que pasó la mayor parte de sus años en Tahití o refugiándose al interior de su domicilio de Beverly Hills, aislado de la élite de Hollywood y sus astros; a quienes llamaba vecinos, pero le costaba tildar de amigos.

La película de Riley confirma y desmiente estas acusaciones.

Brando destaca como un narrador agudo y mordaz, muy dispuesto a desgranar los acontecimientos de su vida y exponer las crudas emociones que evocaban en él.

Fundándose en la psicología pop, él mismo afirma que “la mayoría de las personas simplemente están superando malos hábitos emocionales establecidos en sus primeros diez años de vida“.

Y tiene pruebas de sobra para apoyar su argumento.

Marlon Brando y su padre, Marlon Brando Sr. CBS Photo Archive/CBS/CBS vía Getty Images/Cortesía de NBC Universal/Vía CNN Newsource

Según el actor, los traumas infantiles representan la causa tras muchas de sus acciones. Acusa que su padre, el productor de cine Marlon Brando Sr., lo golpeaba tanto a él como a su madre, la también actriz Dorothy “Dodie” Brando.

Era un hombre frío y distante, que lo envió a una escuela militar y que nunca logró entender cómo su “hijo bueno para nada” pudo llegar a alcanzar tanta fama y fortuna.

A su madre, en tanto, la describe como “una borracha perdida”. Y aunque la sensación de abandono que sintió por ello es palpable en sus cintas, no le guarda el mismo resentimiento que a Marlon Brando Sr., a quien, durante la adolescencia, llegó a amenazar de muerte por los malos tratos que ejercía sobre Dodie, su madre.

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“Si nunca has conocido el amor, nunca sabes dónde está”, analiza Brando. “No sabes cómo es o cómo suena… lo buscas en los lugares más inverosímiles“.

Su juventud, explica, es la razón tras sus múltiples infidelidades y relaciones fallidas. Y aunque nunca excusa su comportamiento, parece encontrar consuelo en racionalizarlo.

“A través de la introspección y el examen de mi mente, siento que me estoy acercando a lo que significa ser humano”, dice en un punto. “Si no miramos hacia adentro, nunca vamos a poder ver con claridad hacia fuera“.

Un actor en desacuerdo con Hollywood

Lo que queda muy en claro es que Brando nunca se sintió del todo a gusto consigo mismo ni con su profesión. “Inferioridad: He sido muy cercano a ella toda mi vida“, admite el actor multigalardonado.

“Me dio tanta vergüenza, sentí tanta decepción de mi actuación”, llega a lamentar respecto a la película Nido de ratas (1954), por la que ganó el primero de sus dos Premios Oscar.

Su performance como Vito Corleone en El Padrino (1972), hoy un clásico de culto, despertó en él mayor clemencia. Aquel rol “poco a poco (le) fue gustando”. Sin embargo, consideró “degradante hacer una prueba de pantalla” para obtener el papel.

Y cualquier simpatía que el director Francis Ford Coppola despertase en él tras comandar el resurgimiento de su carrera como actor, se disipó rápidamente a raíz de los problemas de producción tras Apocalypse Now (1979), por los cuales Brando cargó con la mayor parte de culpa.

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“Es un imbécil”, dice Brando de Coppola, “un imbécil con credencial… Le salvé el puto culo y me demuestra su agradecimiento cagándose en mí”.

El gremio de los directores, en general, es pocas veces tomado en cuenta por el actor, desprestigiado ante sus ojos debido a los recurrentes conflictos y altercados en los que se vio implicado entre rodajes.

“No pongas tu vida en manos de un director”, advierte. “Enmascaran una sensación de insuficiencia siendo muy autoritarios, mandoneando… Jamás te dejes intimidar por los directores“, implora.

A ratos, se muestra nihilista respecto a la industria como tal. “No existen las grandes películas”, afirma. Asimismo, sostiene que, en Hollywood, “no hay artistas. Somos hombres de negocios, comerciantes, y no hay arte… Dinero, dinero, dinero. Si crees que se trata de otra cosa, vas a salir herido”.

Brando como Kurtz en Apocalypse Now (1979). Stefani Kong Uhler/Sygma/Corbis/Cortesía de NBC Universal/Vía CNN Newsource

“Mentir para ganarse la vida, eso es actuar”

Haciendo eco del sentimiento expresado por su desaprobador padre, degrada con frecuencia la actuación como tal. Quienes le precedieron, como Clark Gable y Humphrey Bogart, eran “absurdos”, y los define como “una tropa de lunáticos… lo mismo en todos los papeles“.

Para él, el method acting era más cercano a la vida real. “¡Y cuando está bien, está bien! Puedes sentirlo en tus huesos”. Pero seguía siendo mentir, algo que podía hacer -y hacía- todo el mundo.

“Mentir para ganarse la vida, eso es actuar”, explica Brando. “Todo lo que he hecho es aprender a ser consciente del proceso… Cuando dices algo que no quieres decir, o te abstienes de decir lo que realmente quieres, eso es actuar. Mientes por paz, mientes por tranquilidad. Mientes por amor. Todos actuamos, sólo que a algunos les pagan por ello”.

Marlon Brando en el plató de El último tango en París (1972), con Bernardo Bertolucci. El director extrajo del actor una interpretación que se acercaba incómodamente a la vida real, lo que provocó fricciones entre ambos. AFP/AFP/AFP/Getty Images/Vía CNN Newsource

No obstante, en otras ocasiones, defiende el poder restaurador que proporciona el cine: un momento fugaz de escapismo, la pretensión de la fantasía actualizada.

“Me di cuenta, por extraño que parezca, de que los actores contribuyen a la vida de la gente, entregándonos un regalo que no se puede comprar. Algo que pueden impregnar de poder, belleza y magnificencia; algo que va más allá y es más grande que ellos mismos”.

Estas contradicciones son de las que Listen To Me Marlon es más perspicazmente consciente.

Brando es una paradoja y emite pensamientos contradictorios a lo largo de la duración de sus cintas. Mas estos son contados con tal convicción, que ni siquiera él mismo parece ser consciente de la dialéctica que emerge de su mente.

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