Oxigenoterapia, la apuesta de científicos chilenos para detener el avance del COVID-19
Los ingenieros químicos Jaime Cornejo y José Hernández dicen que su método es económico, de rápida implementación y puede utilizarse de manera inmediata para neutralizar el coronavirus.
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Ingresaron juntos a la Universidad Técnica del Estado (UTE) en 1964, siendo aún muy jóvenes para iniciar estudios en Ingeniería Química. Desde entonces, salvo algunos períodos de separación temporal, siempre han estado cerca.
“Las pichangas en los patios, las actividades culturales y de las otras, la camaradería, eran pan de cada día”, recuerda Jaime Cornejo (72), presidente de la Fundación Educa-CC y director ejecutivo de SaBiO, una división de Educa-CC creada para proporcionar salud y bienestar a bajo costo a personas que sufren enfermedades de origen desconocido.
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Ambos se fueron al exilio donde continuaron con su carrera científica e internacionalizada. Con posgrados en California uno y en Rumania el otro, volvieron a Chile en los ’90 y continuaron con la vida académica hasta que una pandemia los hizo trabajar en el mismo proyecto.
“Hemos descubierto que nuestra oxigenoterapia —combinada con materiales naturales— puede prevenir el contagio y detener la propagación del virus”, explica José Hernández, académico de la Universidad de Chile, autor de un centenar de publicaciones sobre ingeniería de procesos catalítico y biotecnológicos.
Mecanismo de acción
La oxigenoterapia es un procedimiento seguro y sencillo que incluye un dispositivo fácil de instalar: una máscara conectada a una fuente de oxígeno. El paciente comienza a inhalar una mezcla respirable que contiene una concentración de oxígeno puro, mucho mayor que la concentración que existe en la atmósfera.
Aplicada masivamente, la terapia podría actuar de manera preventiva frente a ataques del virus en comunidades o grupos humanos específicos, como casas de acogida, hoteles, instituciones educacionales, oficinas de trabajo divididas en módulos, vecindades de bajos recursos y, en especial, cuando un número significativo de los habitantes pertenecen a la tercera edad, en cuyo caso se hace difícil mantener el distanciamiento social para minimizar la probabilidad de contagio masivo.
Por otra parte, cuando se sospecha o se determina que una persona ha sido infectada por el virus, la terapia puede ser aplicada durante 90 minutos cada vez, a lo largo de varias sesiones, lo que permite detener el avance del virus, según Cornejo y Hernández. Esto es especialmente crítico en personas enfermas mayores de 70 años, infectados sin síntomas o sospechosos de estar contagiados.
Un complemento contra el COVID-19
La idea original fue montar una clínica para ofrecer oxigenoterapia de sanación para aquellas enfermedades y dolencias como la enfermedad de Parkinson, artritis o linfedema, que la comunidad médica ha definido como incurables.
“En enero pasado habíamos comenzado el esfuerzo de reunir el equipo que incluiría incorporar un médico, una enfermera y un tecnólogo médico”, relata Hernández.
“En eso estábamos cuando aparece este señor COVID-19 con fuerza y agresividad. Como ya estábamos empoderados con conocimiento de clase mundial integrado y en consonancia con nuestros hallazgos acerca del importantísimo rol del oxígeno en la síntesis de anticuerpos, nos hicimos la pregunta que cualquier investigador experimentado se haría: ¿puede nuestra variante de la oxigenoterapia —recién probada exitosamente— entrar y combatir el virus? Nuestra respuesta fue ‘sí, pero con ayuda’. ¿Cuál ayuda? El ion magnesio, el mismo de las cápsulas que se venden como la vitamina que es en las farmacias nacionales”, complementa Cornejo.
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La comunidad médica exige estudios clínicos previos para que esta terapia pueda ser aplicada, pero Cornejo y Hernández aseguran que la técnica que proponen “no intenta introducir nada nuevo ni extraño al organismo humano. Al introducir oxígeno en gran cantidad tan sólo se está realzando su presencia determinante para lograr, con el apoyo del magnesio, aumentar la producción de anticuerpos y ganarle al virus”.
Por ahora, ambos investigadores concentran sus esfuerzos en establecer puentes con el sector público para que su oxigenoterapia pueda estar disponible para las personas que lo necesiten, y en eso, un primer acercamiento con municipios puede ser el camino para que su propuesta llegue a buen puerto.