Foto: Medicina UC

En conversación con The Clinic, el médico intensivista Glenn Hernández relató lo que es vivir en primera línea el aumento prolongado de los casos COVID-19 y su consecuencia más terrible: la muerte.

“Un paciente COVID-19 es profundamente más inestable. Eso significa que tienes un paciente con oxígeno casi normal. Lo despiertas, lo ves, piensas que ya puedes sacarle el ventilador y de la nada, pero de la nada, media hora después esa persona está en el infierno. Yo me he dedicado 25 años al estudio del shock séptico y he visto muchos pacientes que terminan en ventilación mecánica, pero nunca, nunca me había tenido que enfrentar a algo así. Es una enfermedad muy impredecible”, indicó el médico de la Unidad de Pacientes Críticos del Hospital de la Universidad Católica.

El Dr. Hernández fue nombrado Maestro de la medicina intensiva por la Sociedad Chilena de Medicina Intensiva (SOCHIMI) en 2019 y ha publicado más de 60 estudios internacionales. Respecto a la segunda ola de contagios, el doctor y académico reconoce que “sabemos que nos enfrentamos a un enemigo terrible ante el cual nunca se puede cantar victoria, ni siquiera cuando el paciente está de alta. Pero hoy se suma un nuevo factor: los equipos están fatigados. Lo que prima es el agobio. Estamos claros que nuestro deber es seguir, pero uno siente que éste es un incendio, una tragedia que no amaina”.

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Delirio de los pacientes COVID-19

El Dr. Hernández explicó que cuando se despierta a un paciente en ventilación mecánica “les cuesta volver. Hay una turbulencia. Se llama delirio y es casi consustancial a cualquier paciente crítico, pero con el COVID-19 –por alguna razón que la medicina no conoce- es mucho más intenso”.

“El delirio es como un estado de psicosis transitoria que se pasa, pero en algunos pacientes dura más tiempo y cuesta muchísimo manejarlo”, contó.

Además, relató que a un 80% los pacientes COVID-19 están en posición prono. “Si tienes un paciente de 140 kilos, darlo vuelta requiere de 6 operadores. Es un procedimiento que tiene una técnica delicada. Está el riesgo de que se pueda salir el tubo en la traquea, lo cual es una emergencia terrible. Es una maniobra que requiere expertiz. Y como tenemos poco personal, cuando hay que hacerlo, el resto de la unidad queda inestable. Súmale la petición de aumentar las camas UCI. Objetivamente, estamos en una situación muy compleja”.

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El doctor Glenn Hernández también recordó que hay hasta un 30% de licencias médicas entre los trabajadores sanitarios. En palabras del secretario nacional del Colegio Médico de Chile (Colmed), Dr. José Miguel Bernucci, “tenemos burnout (agotamiento mental, emocional y físico), licencias médicas, síntomas de depresión”.

“Todos los equipos de salud tenemos mucha rabia. Esta segunda crisis se pudo haber evitado. Los permisos de vacaciones, los viajes al extranjero, especialmente a Brasil, sabiendo el hervidero de nuevas variantes que hay allá… O sea, hubo muchas cosas que se pudieron hacer de otra manera. Yo soy médico. No soy político, pero aquí se hizo una apuesta que fracasó”, aseveró el Dr. Hernández.

Una persona muere por COVID-19 cada 15 minutos en Chile

El médico indicó que el gobierno “ha hecho una comunicación de riesgo catastrófica”. Según su análisis, “hubo una falsa sensación de seguridad. Sin duda, primaron intereses económicos cuando se dio permiso de vacaciones. Eso lo estamos pagando ahora. ¿Sabes que hoy se está muriendo un chileno cada 14 o 15 minutos?”.

“Estamos sometidos a una presión draconiana. Le exigen al sistema sanitario ampliar las camas de UCI sin proveer recursos. Estamos trasladando personal de dermatología para atender pacientes UCI. La comunicación humana del ministerio con el personal de salud no ha sido adecuada ni justa. Pero bueno, dejemos eso de lado”.

El doctor es claro: “es nuestro deber, es nuestra vocación dar la pelea. Y si nos dicen ‘a la guerra’, nosotros vamos a la guerra. De hecho, iremos a la guerra en las próximas semanas. Porque te aseguro que para el 14 de abril, esto va a estar mucho peor”.

El problema, según el Dr. es que si “estás mandando a tu ejército a una guerra bélica de verdad -porque aquí sí que hay un enemigo externo- tienes que mandar refuerzos. O sea, si ven que una división de tu ejército está rodeada y sufriendo numerosas bajas, les das una mano. Pero si tú miras para atrás, no hay nadie. No hay ayuda. Nadie está ayudando”.

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En este punto, lanzó una crítica a las personas que insisten en no respetar las medidas sanitarias. “La gente que está pensando en el asadito del fin de semana. ¡Perdón: aquí hay un ejército que está siendo aniquilado en la frontera y no hay ayuda! ¿Dónde están las cuarentenas de verdad? ¡Cómo va a ser posible que en un fin de semana hayan habido 4 millones y medio de permisos transitorios! Es una chacota. ¿Y nosotros qué vemos? Que somos un ejército sitiado, dándolo todo y el resto está en jauja.

En tanto, acusó que la gente joven “se cuida menos y se contacta más”. “Sin duda, la situación va a empeorar. El sistema ya está al límite y vamos a estar sometidos a una presión devastadora”.

“Es verdad que los jóvenes tienen más posibilidades de vivir, pero hacen cuadros más activos, con deterioros dramáticos en las primeras horas. No es fácil sacarlos del ventilador. Son procesos largos”.

“Estamos en una guerra de verdad”

“El COVID-19 significó el aislamiento de los pacientes, casi como leprosos. Ya no entra nadie”, contó.

Asimismo, relató: “la experiencia de la intubación es tremenda. Cuando intubamos enfermedades graves, la mayoría de los pacientes llega con poca conciencia o en coma. Pero la mayoría de los pacientes COVID-10 -me atrevo a decir que el 80%- entran al momento de la intubación despiertos, muy lúcidos y con un miedo terrible. Sabemos que al intubar, entras a un terreno impredecible. Puedes terminar muerto, salir en pocos días o estar meses”.

“No puede ser que una parte del país esté en guerra contra el virus y otra parte pensando que hago el viernes santo: ¿un asadito? ¿O un mariscal? No. Ya basta. Llegó la hora en que hay que decirle a la gente que estamos en una guerra de verdad”, aseveró.

Respecto a las muertes, el doctor dijo que “sabemos que un 20 o un 30% de los pacientes jamás va a despertar y que el último rostro que vieron fue el tuyo. Muchos nos piden el teléfono para llamar y despedirse. Son escenas fuertes, muy fuertes. Y los que se mueren, se mueren solos”.

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“No dejo de pensar en lo duro que es irse así de solo. Una vez entré a la unidad y habían 6 pacientes pronados. Todos boca abajo. No ves sus rostros. Ves cuerpos conectados a máquinas, cuerpos con cables. Eso deshumaniza más todavía”, relató.

“El morir de un paciente COVID-19, es morir sin abrazos, sin su gente. Mi madre murió hace poco. Se murió en mis brazos y fue maravilloso. Pero ese abrazo no existe con el COVID-19. Y es peor todavía. Tu funeral tiene que ser con medidas sanitarias restrictivas. Ni siquiera una vez muerto te puedes despedir. Esa persona que no vio a su familia durante un mes o más, tampoco pudo ser despedido con un abrazo o con un beso por su gente cercana”.

Así, también reflexionó sobre los pacientes que se trasladan de regiones. “Muchos fallecen acá y después viene la repatriación. ¿Has pensando en eso? Una vez tuvimos un paciente de Puerto Montt, muy querido por todos en la UCI. Yo me comunicaba con su familia por zoom. Cuando falleció, lo tuvimos aquí más de dos días. No se podía ir porque el tramite burocrático para llevarse un paciente que falleció de COVID-19 es tremendo. Los vuelos comerciales no los quieren llevar. O sea, los traen en unos aviones top y luego se van de la manera más triste”.

Finalmente, el médico dice que faltan homenajes para las personas que han muerto COVID-19. “Siempre dicen: ‘Chile es un país solidario’. ¡Las nueces! Si fuésemos solidarios alguien debió haberle dicho a la gente quédense en sus casas, deje su mundo lúdico de lado porque se nos está muriendo mucha gente. Y eso nos duele o nos debería doler a todos”.

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