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Columna de Mario Saavedra: El fin de las contraseñas: chao “123456”, hola biometría

En el futuro cercano, dejarás de preguntarte “¿Cuál es mi clave?” y empezarás a pensar “¿Quién tiene mi cara?”. La seguridad pasará de ser un problema técnico a un asunto profundamente personal. Y aunque esta tecnología promete liberarnos de las contraseñas, nos ata más que nunca a nuestra propia biología.

Todos hemos usado contraseñas ridículas: “123456”, “password”, la fecha de cumpleaños o el nombre de tu perro. Según el informe Data Breach Investigations Report de Verizon, el 82% de las filtraciones de datos se deben a claves débiles o robadas. Por eso, Apple, Google y Microsoft están impulsando el fin de las contraseñas a favor de passkeys y biometría. En 2022, Apple presentó los passkeys en iOS y macOS, permitiendo autenticarte con Face ID o Touch ID sin necesidad de recordar nada. Google integró algo similar en Android y Chrome. En Asia, el pago facial ya es rutina: en China, el 80% de los jóvenes en grandes ciudades usa reconocimiento facial para pagar en tiendas y restaurantes

La idea es atractiva: nada de olvidar claves, recibir correos falsos para cambiar contraseñas ni post-its pegados en el escritorio. Tu cara y tu huella se convierten en la llave maestra. Además, la autenticación biométrica reduce drásticamente los ataques de phishing y robo de cuentas. Sin embargo, el precio no es menor. Si alguien roba tu contraseña, la puedes cambiar. Pero si te roban tu rostro o tu huella, no hay vuelta atrás. Según la consultora Kaspersky, los cibercriminales ya exploran cómo clonar rostros en 3D para suplantar identidades en sistemas biométricos.

En Europa, bancos como ING y BBVA están eliminando contraseñas en favor de la biometría, y en Estados Unidos, plataformas como PayPal y eBay ya prueban logins completamente biométricos. En Chile, mientras tanto, seguimos recibiendo SMS con códigos y desconfiando del token digital. Pero el cambio es inevitable. Según un estudio de Juniper Research, para 2025 el 60% de las plataformas globales usará sistemas sin contraseña.

La comodidad es brutal, pero también plantea un dilema de privacidad y control. ¿Quién resguarda tu identidad biológica? ¿Quién garantiza que no se use para vigilarte o vender tus datos? El mercado negro de datos biométricos ya existe y va en aumento. Imagina que un día no puedas entrar a tu casa ni a tu cuenta bancaria porque tu rostro fue comprometido. Uno de los mejores ejemplo y que aún está instalado en los accesos al metro de Santiago es Worldcoin quien pide escanear tu biometría ocular por unas pocas cripto. Nadie puede asegurar que tus datos están seguros después de cedérselos, nadie puede asegurar que detrás de worldcoin hay un negocio con la privacidad de los datos y aun no hay un marco legal o política pública que estandarice el ejercicio de esta y otras empresas de datos digitales.

En el futuro cercano, dejarás de preguntarte “¿Cuál es mi clave?” y empezarás a pensar “¿Quién tiene mi cara?”. La seguridad pasará de ser un problema técnico a un asunto profundamente personal. Y aunque esta tecnología promete liberarnos de las contraseñas, nos ata más que nunca a nuestra propia biología y sobre todo a un sistema de ciberseguridad mundial.


Mario Saavedra, conocido como @MacGenio, es especialista en temas de tecnología y cultura digital.