Por Mónica Rincón
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Entre hombres y mujeres hay brechas salariales, de seguridad, de acceso al mercado laboral. Pero entre niñas y niños hay una brecha de sueños, como denuncia una campaña, como afirman expertos y como vivimos todas.

Los sueños de las niñas están limitados porque ven pocas científicas, académicas o líderes. Porque casi siempre los cuentos de ellas son de princesas que necesitan ser rescatadas y los de ellos de súper héroes. Porque tienen 30% menos de posibilidades de recibir juguetes científicos y 100% una muñeca. Porque entre los 5 y los 17 años hacen 50% de más trabajo doméstico que un niño.

A ti, hombre, te invito a reflexionar: ¿cómo te sentirías si nunca un hombre hubiera sido ministro del Interior, presidente de la Corte Suprema o Comandante en Jefe? ¿Si caminaras con miedo en la calle? ¿Si te pagaran menos por el mismo trabajo de tu compañera? ¿Si aunque juntes igual dinero que una mujer, tu pensión fuera 15% inferior? ¿Si después de trabajar fuera de casa a ti te esperara más trabajo y a ella ver tele? ¿Dirías “ya, pero hemos avanzado”? ¿Qué responderías al “le ponen color”?

Mayo de 2018 puso en el centro del debate el tema de las diferencias de género y no puede haber sido sólo una ola, es una marea que tiene que igualar la cancha. Que cambie normas y cultura.

Es una buena noticia para los hombres también porque los libra de ese estereotipo del proveedor, pero les exige renunciar a privilegios muchas veces invisibles para quien los tienen desde que nació. Y exige que la igualdad no sea de la boca para afuera y, sobre todo, sólo de puertas afuera. Es que mientras lo doméstico sea carga femenina, nada cambiará en serio, porque la revolución feminista será doméstica o no será.

Todos deberíamos dar la pelea por cambiar una cultura injusta, que nos desvaloriza y que al final alimenta y permite la violencia de género. Porque el machismo mata. Porque hay muchas que ya no están.

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