Por Carolina Véliz
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“El chileno está estresado y ansioso”, dice Pavel Castillo, gerente comercial de Corpa, acerca de los resultados del estudio que se propuso medir el estrés que hemos sufrido durante la pandemia y cómo esto ha afectado nuestro descanso.

Y los resultados no son positivos: el 51% de los chilenos asegura que su calidad de sueño ha empeorado durante el último año. El 57% califica como malo o muy malo su dormir. De ellos, un 26% lo relaciona con la ansiedad, el estrés y las preocupaciones que ha traído la crisis sanitaria, mientras que un 17% declara problemas para conciliar el sueño y un 15% declara que le ha afectado la situación del país y el encierro.

Castillo profundiza que “la calidad del sueño es crucial para la salud física, mental y emocional, y en Chile no existía un estudio que expusiera claramente cuál es la realidad al respecto. Vemos que la pandemia ha significado un empeoramiento importante del sueño”.

¿Quiénes duermen peor?

Para el estudio fueron consultadas más de 400 personas entre 18 a 70 años de manera online. Gracias a esto se pudo concluir también que quienes tienen entre 31 a 51 años son los que peor están durmiendo, con una nota de 3,7. En tanto que despertar en la noche (26%), tener sueño al día siguiente (24%) y dormir poco (20%) son los tres motivos principales por los que los chilenos están evaluando negativamente su dormir.

El neurólogo Fernando Schifferli, miembro fundador de Sochimes y director médico en Dormir.cl, declara que esto “puede deberse a factores como exceso de pantallas electrónicas, luz, sonidos, comidas copiosas previo a dormir, ingesta de alcohol, consumo de bebidas cola, medicamentos, entre otros”.

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Lo óptimo, indica, es que los niños y niñas duerman de 10 a 12 horas, los jóvenes alrededor de 10 horas y los adultos, un promedio de 7 a 8 horas como mínimo.

De acuerdo a Schifferli, el tener una mala calidad de sueño comprende tener fases y estados de sueño incorrectos: “Esto es lo que se denomina arquitectura del sueño. Y es muy importante porque de esas fases dependen muchos fenómenos corporales de regulación de la homeostasis fisiológica, emocional y mental como también de la conducta social”.

Por grupo socioeconómico y género

Pero hay más conclusiones. Los estratos socioeconómicos medio y bajos (C3 y D) son quienes peor duermen: Un 54% frente a un 44% correspondientemente a los grupos medios y altos (ABC1 y C2). Los hombres, por su parte, declararon que su sueño ha empeorado en un 58% y las mujeres en un 44%.

Eso sí, la doctora Evelyn Benavides, neuróloga especialista en trastornos de sueño de Clínica Dávila y Clínica Vespucio, señala que “consultan mucho más las mujeres, cinco veces más que los hombres. En la práctica, no sabemos si los hombres tienen problemas para dormir. Son ellas las que más consultan y los hombres que vienen es porque sus compañeros de cama les dicen que están durmiendo mal”.

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De acuerdo a su experiencia durante los últimos meses, lo más frecuente es el insomnio, seguido del sueño poco reparador y el aumento de los ronquidos. “Eso tiene que ver con el aumento de peso de 5 a 6 kilos que se produjo con la cuarentena y eso se ve más en hombres que en  mujeres, aumentando el índice de las apneas del sueño y mucho sueño durante el día”.

La situación, sostiene, “es grave porque aumenta el riesgo de accidentes vasculares. El hecho de dormir mal, poco o de una mala calidad hace que aumente el riesgo de accidentes cerebrovasculares y de infartos al corazón, que es la principal causa de muerte en Chile”.

El estrés como gatillante del mal dormir

La doctora Benavides explica que existe una relación directa entre el estrés y la conciliación del sueño. “Lo que hace es aumentar la actividad del sistema simpático, donde se libera adrenalina y que es lo que nos hace estar atentos, huir, atacar, o defendernos. Y eso hace que sea muy difícil descansar, porque muchos de los procesos del sueño predominan el sistema parasimpático que es, al contrario, lo que nos hace estar en calma, nos da tranquilidad y nos baja las pulsaciones del corazón, presión arterial y hace que la calidad del sueño sea mejor”.

“Chile es un país que previo a la pandemia ya presentaba índices preocupantes de salud mental, asociado a altos indicadores de depresión, abuso de alcohol y drogas”, advierte Ignacio Silva, psicólogo y experto en Salud Pública, lo que entrega un escenario previo que profundizó los problemas de sueño.

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“Si bien hay efectos esperables como miedo, preocupación, insomnio, irritabilidad y falta de concentración, la extensión del aislamiento social puede tener efectos relevantes, incluso con efectos patológicos y uno de ellos es la mala calidad del sueño. Hace poco tiempo, la revista científica The Lancet evidenció los principales efectos del confinamiento a nivel mundial, revelando que la mayoría de las personas presentaban índices preocupantes de malestar emocional, depresión, estrés, irritabilidad e insomnio”, asegura.

¿Podemos recuperar nuestra calidad de sueño?

La respuesta es clara y positiva. Los expertos declaran que sí es posible, pero hay que tomarse el contexto con calma y tener paciencia.

Ignacio Silva asegura que “una vez restablecida la normalidad -tener las vacunas disponibles, mantener medidas generales varios meses después del inicio de la vacunación en los grupos de riesgo- la gran mayoría los síntomas de sueño mejorarán sin mayor tratamiento, pero debido a lo sostenido del estrés, es muy probable que mucha gente desarrolle patologías que puedan requerir tratamiento médico”.

“Una persona sana que empezó a dormir mal por la pandemia se puede demorar un par de meses, pero tiene que tener buenos hábitos del sueño, que es vivir de día, no de noche, no tomar café ni coca cola en la tarde, no tomar alcohol de noche, evitar la automedicación de pastillas para dormir, que es algo que hemos visto mucho, practicar deporte temprano y tomar luz de sol durante la mañana”, señala la doctora Benavides.

Lo importante es que cuando el problema dura más de un mes se debe consultar a un especialista, dice la experta. “Los que ya tenían problemas del sueño desde antes o tenían problemas de ánimo o trastornos psiquiátricos y dejaron sus medicamentos, podría costarles un poco más. Hay que tener en cuenta que no hay ninguna bibliografía útil en la materia porque nunca nos habíamos enfrentado a algo así, tan generalizado”.

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