Pruebas tempranas y generalizadas, un exhaustivo seguimiento de los casos, un sistema de salud gratuito y, por sobre todo, el respeto de la ciudadanía por las medidas sanitarias.
Esas han sido las claves para que Canadá no esté viviendo lo mismo que su vecino del sur, Estados Unidos.
En las últimas semanas se ha reportado una baja sustancial de casos y decesos, pero el gobierno del primer ministro Justin Trudeau ha evitado en todo momento los discursos triunfalistas.
Así, hospitales vacíos han sido la imagen recurrente del país norteamericano, aún cuando se esperaba una oleada de pacientes contagiados.
Al igual que el gobierno que lidera Donald Trump, el de Trudeau comenzó a enfrentar la crisis sanitaria a finales de febrero, con un incremento hacia principios de marzo.
Sin embargo, mientras la curva iba en ascenso, Canadá supo cómo reprimirla. Actualmente registra unos pocos cientos de casos al día. Esto significa que Estados Unidos representa diez veces la cantidad de casos diarios per cápita que su vecino del norte.
Con todo, aún no cantan victoria. “Lo que la situación que estamos viendo en Estados Unidos y otras partes resalta es que aunque nuestra economía está reabriendo tenemos que asegurarnos que permanezcamos vigilantes, tanto de manera individual como colectiva”, dijo Trudeau.
A diferencia con los estadounidenses, en Canadá son más quienes ven el uso de mascarillas como una protección no sólo para ellos sino también para el resto.
En parte, el éxito no declarado de Canadá se debe a la doctora Bonnie Henry, directora de la oficina de Salud de British Columbia, quien entregó conocimiento que permitió controlar los primeros brotes con suficiente eficacia.
“Todo se resume en actuar de manera cohesiva, ser capaces de entregar la información que la gente necesitaba, para que pudieran hacer lo que nosotros necesitábamos que hicieran. Eso se ha afianzado ahora con la reapertura“, cuenta la doctora Henry.
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