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En secreto. El entonces candidato a Fiscal Nacional, Jorge Abbott con el senador Guido Girardi y luego con el entonces senador Larraín. Reunidos en momentos álgidos de las causas de financiamiento ilegal de la política. Es cierto que más de uno de los candidatos a Fiscal Nacional se reunió privadamente con parlamentarios. ¿Pero por eso estaba bien? No. 

Hay algo que agrava lo sucedido. A Girardi lo acompañó quien el mismo mes se convirtió en representante de Marco Enríquez Ominami, Ciro Colombara y a Larraín, Mario Zumelzu, querellante en Caval y descrito por Jorge Abbott como un amigo de toda la vida.

No se respetó la audiencia pública en el Congreso que es la única instancia legal para que se den a conocer los candidatos a encabezar la Fiscalía. Tampoco la ley del lobby que ya obligaba a los parlamentarios a dejar registro de sus citas. 

Con Abbott que postuló diciendo que sin querella del SII no se investigaba, que después habló de acotar estas causas, que en su cuenta pública advirtió a los persecutores que debían fijarse en que se alteran los quórums al deaaforarv a un parlamentario; con Abbott la señal para los fiscales regionales (cuya postulación para máxima autoridad del Ministerio Público depende algun día de los senadores) es grave.

Hoy el Ministro Larraín pide algo de lo que él y los participantes en estos encuentros secretos carecieron: prudencia. Pero lo que hoy hay es otra cosa: Sospecha.

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