Por Paz Milet

El 10 de diciembre, a poco más de dos meses de dejar el cargo, Donald Trump anunció que Estados Unidos reconocía la plena soberanía de Marruecos sobre el Sahara y que se abriría un consulado en Dajla, de carácter fundamentalmente económico. Este anuncio coincidió con la información de que el Reino marroquí reiniciaba relaciones diplomáticas con Israel.

Estas declaraciones generaron una serie de interrogantes y aseveraciones en la comunidad internacional. Sin embargo, ya se han conocido una serie de informaciones que dan cuenta de que esta decisión del gobierno de Trump no fue sorpresiva y que el gobierno de Marruecos, conocedor de la situación interna estadounidense y de lo que el cambio de administración puede suponer a nivel de prioridades de política exterior, exigió una serie de señales o compromisos de largo plazo. Algo fundamental para el desarrollo de un accionar internacional con una mirada prospectiva.

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Primero, el acuerdo se negoció con total reserva durante dos años, a partir de una propuesta del yerno del mandatario estadounidense, Jared Kushner, uno de sus principales asesores; lo que garantizaba el real compromiso de Estados Unidos con las conversaciones. Este accionar recuerda el acuerdo Estados Unidos-Cuba para retomar conversaciones hacia una apertura conjunta, que se produjo dos años después de una serie de diálogos mantenidos en reserva.

Segundo, el reconocimiento se realizó a través de un decreto presidencial, lo que le da una adecuada fuerza jurídica y política y fue acompañado a los pocos días de dos hechos sustantivos. El gobierno estadounidense dio a conocer el nuevo mapa reconocido de Marruecos– que incorpora el territorio del Sahara- e informó al Consejo de Seguridad y al Secretario General de Naciones respecto a su reconocimiento de la marroquinidad del Sahara.

Es decir, por un lado se exigía un compromiso real por parte de Estados Unidos y, por otro, se involucraba a la comunidad internacional al máximo nivel institucional como respaldo para la continuidad de lo acordado.

Sin embargo, la política exterior no está tan sólo limitada al accionar bilateral y a los organismos internacionales; es necesario abordar la vinculación por los otros países involucrados indirectamente en este acuerdo y en la decisión de reanudar relaciones con Israel. El primer nombre que surge es Palestina.

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El propio rey de Marruecos llamó al presidente palestino Mahmoud Abbas para reiterar su compromiso con la causa palestina y su postura de que la solución pasa por la existencia de dos Estados, aunque no se puede desconocer que, a la vez, la identidad marroquí es un componente fundamental en la población israelita. De hecho, diez ministros del actual gabinete de Benjamín Netanyahu son de origen marroquí.

Esta formalización de relaciones se espera que reabra una nueva etapa después del proceso de buenos oficios de los años ’80, que culminó con el proceso de Oslo y permitió el establecimiento de la Autoridad Palestina, bajo el mando de Yasser Arafat.

Asimismo, se comenta que en el marco de este acuerdo se ha solicitado de nuevo la intermediación de Marruecos para destrabar las bloqueadas negociaciones Israel-Palestina, en base a las condiciones marroquíes, de convivencia de dos Estados y un Estatus especial para Jerusalén, de acuerdo al último comunicado del Palacio real marroquí.

Francia, con una estrecha e histórica vinculación con Marruecos, ya ha señalado que espera que este acuerdo Washington-Rabat sea el origen de un proceso de estabilidad en la zona, en la que en los últimos meses se habían generado una serie de escaramuzas entre fuerzas del gobierno marroquí y el Polisario, sin víctimas ni heridos.

No obstante, no se puede desconocer la disconformidad de otros actores cercanos a este tema con el acuerdo alcanzado. Fundamentalmente para España, esta fue una señal negativa y surgieron una serie de críticas al gobierno de Pedro Sánchez respecto a la incapacidad de su diplomacia para hacerse valer frente a la manifestación estadounidense.

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Aunque sin duda este tema está lejos de darse por terminado con este acuerdo, sin duda la decisión de Estados Unidos puede evidenciarse como un éxito de la diplomacia de Marruecos y refuerza la idea de que para obtener logros de largo plazo, que respondan efectivamente a una política de Estado, es necesario actuar con reserva, con una lógica política y estratégica y con una mirada de largo plazo.

No obstante, es importante relevar que el escenario internacional está en permanente reconfiguración de alianzas y prioridades y que es vital actuar de manera preventiva frente al resurgimiento de nuevos focos de tensión, cambios y posiciones disonantes desde Estados Unidos y desde los países contrarios a los intereses israelíes.

* Paz Milet es Magíster en Estudios Internacionales. Se desempeña como profesora e investigadora en el Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile. Integra la junta directiva de la Fundación Alianza América Latina-África siglo XXI

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