Por Danilo Nuñez

La llegada de un nuevo primero de mayo nos encuentra en un escenario donde se mezcla la posibilidad de retomar nuestros trabajos y actividades normales en el exterior, con la amenaza de una crisis económica que pudiera extenderse durante los próximos años. Es decir, un encuentro entre las necesidades económicas y sociales presentes, y los desafíos de país que podemos proyectar a mediano y largo plazo.

Por cierto, la tarea de pensar simultáneamente en la urgencia por trabajo e ingresos hoy, así como la generación de un modelo de desarrollo laboral sostenible para los próximos años y décadas, es muy desafiante. Sin embargo, por otro lado, sólo centrar la vista en los problemas que tenemos hoy seguirá implicando costos relevantes que se sentirán con mayor agudeza en los grupos de trabajadoras y trabajadores que han tenido menos oportunidades de base.

Para este Día Internacional de las trabajadoras y los trabajadores, desde Infocap (Instituto de Formación y Capacitación Popular) reforzamos nuestro compromiso a abordar el problema de la precariedad laboral desde un punto de vista integral. Y es que, en estos más de 37 años de historia, nos consta que la revitalización laboral de una persona solo es posible cuando él o ella cuenta con distintas oportunidades de crecimiento a su disposición. Oportunidades que abarcan lo educativo, tomando lo técnico y lo socioafectivo, que abarcan también lo laboral, desde el conocimiento de distintas posibilidades de generar ingresos y, como punto central, oportunidades de vincularse con otras y otros en un espacio de dignidad, respeto y crecimiento colectivo.

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En este punto, es que para nosotras y nosotros, como equipo de Infocap, nos es imposible pensar separadamente en los temas de educación y trabajo. La formación de base y las oportunidades continuas de aprendizaje durante la vida son lo que, a la larga, permiten que una trabajadora o un trabajador avance y se renueve en sus tareas en una época donde el cambio pareciera ser la principal constante. La cara contraria a esto, la que nos muestran millones de personas hoy en Chile, es la de las graves consecuencias que tiene para la vida humana el no contar accesiblemente con la riqueza del aprendizaje y no sentirse capaz de reaccionar adecuadamente a las demandas de nuestro entorno.

Las trabajadoras y trabajadores más precarizados de Chile merecen y necesitan del trato de mayor calidad y excelencia posible que podamos entregar como sociedad. Solo con esto resuelto, podremos avanzar todas y todos hacia la construcción de un modelo laboral y productivo que nos desarrolle económicamente como país, y que nos nutra también como seres humanos, comunidad y sociedad.

Porque la conclusión que sacó San Alberto Hurtado hace más de 70 años sigue estando en la más completa vigencia: Trabajadoras y trabajadores merecen un sitio de honor en la sociedad.

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