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En 1960 Okutama tenía 13.000 habitantes; hoy solo cuenta con 5.200 residentes.
Hace cuatro años, Naoko y Takayuki Ida recibieron una casa. Gratis.
Es una casa espaciosa de dos plantas situada entre árboles en una sinuosa carretera rural en la pequeña ciudad de Okutama, en la prefectura de Tokio. Antes de mudarse, la pareja y sus hijos, dos adolescentes y un niño de cinco, vivían con los padres de Naoko.
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“Tuvimos que hacer muchas reparaciones (en nuestro nuevo hogar), pero siempre quisimos vivir en el campo y tener un gran jardín”, dijo Naoko, de 45 años.
Una casa gratis puede parecer una estafa, pero Japón se enfrenta a un problema de propiedad inusual: tiene más hogares que personas para vivir en ellos.
En 2013, según el Japan Policy Forum, había 61 millones de casas y 52 millones de hogares. Y la situación está empeorando.
Se espera que la población de Japón disminuya de 127 millones a cerca de 88 millones para 2065, según el Instituto Nacional de Población y Seguridad Social, lo que significa que aún menos personas necesitarán viviendas. A medida que los jóvenes abandonan las zonas rurales en busca de trabajo en la ciudad, el campo japonés se ve acosado por casas “fantasmas” desiertas, conocidas como “akiya”.
Se predice que para el año 2040, casi 900 pueblos y aldeas de todo Japón ya no existirán, y Okutama es uno de ellos. En ese contexto, regalar una propiedad es una apuesta por la supervivencia.
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“En 2014, descubrimos que Okutama era una de las tres ciudades de Tokyo (prefectura) desaparecidas para 2040”, dice Kazutaka Niijima, funcionaria del Departamento de Revitalización Juvenil de Okutama, un organismo gubernamental creado para repoblar la ciudad.
Okutama se encuentra a dos horas en tren hacia el oeste desde el centro de la prefectura de Tokio, dominado por anuncios de neón.
En la década de 1960, contaba con una población de más de 13.000 habitantes, además de un comercio de madera rentable. Pero después de la liberalización de las importaciones y la caída de la demanda de madera en la década de 1990, la mayoría de los jóvenes se fue a la ciudad. En la actualidad, Okutama cuenta con solo 5.200 residentes.
En 2014, se estableció un “banco akiya” -o un esquema de vivienda desocupada- que empareja a posibles compradores con propietarios que están envejeciendo y propiedades vacías.
Si bien ahora los bancos de akiya son comunes en todo Japón, cada ciudad establece sus propias condiciones.
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El esquema akiya no está limitado solo a personas japonesas. Incluso les han dado casa a personas que vienen de Nueva York o China.
Por ejemplo, Okutama subsidia las reparaciones de casas de los nuevos residentes de akiya y alienta a los propietarios de akiya a renunciar a sus propiedades vacantes ofreciendo hasta 8.820 dólares por 100 metros cuadrados.
Sin embargo, se estipula que las personas que reciban asistencia gratuita para renovar o alquilar una casa deben tener menos de 40 años o una pareja con al menos un niño menor de 18 años y una pareja menor de 50 años. Los solicitantes de akiya también deben comprometerse estableciéndose en la ciudad de forma permanente e invirtiendo en la actualización de viviendas de segunda mano.
Pero incluso regalar casas es difícil en un país donde la gente prefiere nuevas construcciones.
Niijima se abre paso en una casa vacía, con forma de caja, con un techo azul y paredes blancas que se construyó hace 33 años. Aunque se ve robusta desde afuera, el olor a humedad es una señal de los 10 años que ha estado abandonada. La cocina necesita una renovación, y el suelo de tatami está desteñido.
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“Le conviene a alguien a quien le guste el bricolaje”, dijo Niijima con una sonrisa.
Hay 3.000 viviendas en Okutama, y hay unas 400 vacantes, de las cuales se cree que solo la mitad se pueden rescatar. El resto está demasiado dañado o se construyeron en zonas con riesgo de deslizamientos de tierra.
En el siglo XX, Japón experimentó dos importantes picos de población: el primero después de la Segunda Guerra Mundial y el segundo durante la explosión económica de los años ochenta. La escasez de vivienda provocó la creación de viviendas baratas y de producción masiva que se erigieron rápidamente en pueblos y ciudades densamente poblados.
Muchas de estas propiedades eran de baja calidad, dijo Hidetaka Yoneyama, investigador principal del Instituto de Investigación de Fujitsu. Como resultado, alrededor del 85% de las personas optan por comprar casas nuevas.
En 2015, el gobierno aprobó una ley diseñada para penalizar a los que dejan las casas vacías, en un intento por alentarlos a demoler o renovar sus propiedades. Sin embargo, los propietarios de akiya cobran más por las parcelas vacías que por tener una propiedad vacía, según el experto en bienes raíces Toshihiko Yamamoto. Esto es un impedimento para arrasar una casa vacía.
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Las regulaciones de planificación urbana también son débiles en Japón, dijo Chie Nozawa, profesora de arquitectura en la Universidad Toyo en Tokio, lo que significa que los desarrolladores pueden seguir construyendo viviendas a pesar del evidente superávit.
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