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Y se salvó el ministro Jackson. En los descuentos, pero se salvó. Algunos dirán que en buena hora, porque no tenía sustento jurídico. Pero lo cierto que hace más años de los deseables que si la presentación se ajusta a lo que exige la normativa importa bien poco.

Desde que la derecha se diera el gusto de tumbar a la ministra Provoste y después la izquierda se cobrara revancha con el ministro Bayer las acusaciones constitucionales han sido esperpentos para medir fuerzas, rayarle la pintura al gobierno de turno y cobrarse ojalá alguna cabeza de un gobierno en apuros ¡Pero si hasta se quiso echar abajo a un ministro que pugnaba por abrir las salas de clases!

En fin, que el guión ya es conocido y no nos vamos a hacer los sorprendidos, menos ahora y menos el ministro Jackson.

Ojalá que el fiasco del libelo sea el entierro de esta herramienta al servicio de la política más rastrera y frívola. Símbolo de los peores gallitos entre oposición y gobierno en un sistema político que hace aguas y cuyas instituciones ya no aguantan más zarandeos irresponsables.

Buena noticia sería que ahora que comenzamos un nuevo camino constituyente y redibujaremos la relación Ejecutivo y Congreso, tomemos buena nota. Nuestra democracia así lo exige.

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