Por Mónica Rincón
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La política internacional siempre ofrece oportunidades de probar las convicciones sobre diferentes materias y de ver si los principios priman o si son los intereses económicos o los de otro tipo los que se imponen.

No ha sido noticia de primera plana, pero en estos días ha habido en China detenciones en contra de estudiantes que se definen marxistas y que protestan por los derechos de trabajadores. Ahora son 12, en el verano fueron 40 y en julio esa misma suerte corrieron 30 obreros que pedían condiciones dignas en su empresa. Una empresa que se llama Jasic y donde se producen insumos para soldadura en el sur de China.

La dictadura comunista, la del Partido Comunista, la del partido único, la del gigante asiático que nos compra cobre a manos llenas.

En estos días en que se ha vuelto a hablar con intensidad de derechos humanos y de coherencia, a raíz de la condena a Juan Emilio Cheyre, a raíz de Ricardo Palma Salamanca y el injustificable crimen contra Jaime Guzmán, en Chile no parecen nuestras autoridades muy preocupadas de lo que ocurre con el gigante asiático.

¿Dónde está la CUT reclamando por esos obreros? ¿Dónde se escucha a los estudiantes reclamar por sus compañeros detenidos al otro lado de mundo? ¿Dónde están los proyectos de acuerdo del Parlamento?

Los principios no se agotan en nuestras fronteras ni en nuestro continente, la solidaridad con el atropellado no debiera depender de los kilómetros que nos separan ni del PIB o de los acuerdos comerciales firmados.

Pero nada, de izquierda a derecha, prefieren mirar a otro lado antes de enemistarse con la segunda o casi primera potencia económica del planeta. Una vez más cuando se trata de China: silencio. Y ese silencio, también es cómplice.

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