Por Mónica Rincón
{"multiple":false,"video":{"key":"oUsmAXZmeF","duration":"00:02:05","type":"video","download":""}}
Publicado por CNN

No tener dónde dejar una flor, donde recordar a quien queremos y murió, no saber en qué circunstancias fue asesinado, debe ser de los dolores más grandes que un ser humano puede vivir.

Es lo que viven miles de chilenos que aún siguen preguntando: ¿Dónde están? Dónde está el amigo,la esposa, o el hijo detenido y hecho desaparecer.

Es comprensible su dolor, rabia y cansancio. Mismos sentimientos que con razón embargan a muchos exiliados, torturados o detenidos durante la dictadura de Augusto Pinochet.

Pero aún así, nada justifica lo ocurrido con la tumba de Jaime Guzmán. No hay contexto válido para justificar que se dañe el lugar de entierro de alguien que participó en una dictadura. Incluso si lo hizo de manera activa y siendo uno de sus ideólogos.

Porque tanto los Derechos Humanos, como la dignidad del lugar de sepultura, se le deben respetar a todos los seres humanos.

Relativizar eso es un tremendo riesgo. Porque el paso siguiente es decir, por ejemplo, que no todos son sujetos de algunas garantías y dependerá entonces del tiempo, lugar y de quien tenga el poder cuán seguros estaremos.

Crear esa certeza es imperioso. No podemos permitir discursos que digan que, bueno, éste no era una blanca paloma, aquel policía estaba en una situación compleja como para preocuparse de la dignidad de un detenido o que tus argumentos no son válidos y por lo tanto no tienes derecho a expresarlos. No.

La democracia y el estado de derecho nos tienen que proteger a todos, siempre, no porque lo merecemos, sino porque creer en eso nos hace más humanos. Luchar por eso, aunque a veces cueste, o al menos respetarla, es lo que nos aleja de quienes validan o construyen una dictadura.

Te puede interesar: Parlamentarios de la UDI presentaron querella por ataque a la tumba de Jaime Guzmán

Tags:

Deja tu comentario